REVISTA RHEMA |
CAMPAMENTO DE NIÑOS PENIEL 2000
CONCEPTO, ENFOQUE Y ANALISIS
El primer día de reunión Dios nos habló de la mujer Samaritana y la necesidad que
teníamos de ir a la fuente y beber del agua de vida que Él nos ofrece. Esa fuente se
transformó con el correr de los días en un río, como dice el profeta Ezequiel, donde
sus profundidades se hicieron mayores
Una de la característica de este río es amor. Ese amor envolvió a los niños día tras
día. Muchos fueron sanados de heridas que traían consigo desde muy pequeños, por
problemas en sus hogares. Destaco aquí que un gran número de los niños que participaron
de este campamento -más de 200- procedían de horas felices, de barrios muy carenciados,
donde el alcohol, los vicios, la falta de moral es la cotidiana escuela de ellos.
Sus rostros comenzaron a reflejar, por cierto, lo que Dios iba haciendo esos días en sus
corazones, especialmente en aquellos que llegaron con sus caritas oscuras, ya con rasgos
de amargura y dolor.
En ese río de vida hallaron amor, gozo, paz y perdón de sus pecados, porque también es
un río de sangre, vertido en aquel sacrificio inmolado del Cordero Redentor. Todo lo que
necesitaban estaba allí, porque ellos estaban con Jesús.
Los dos últimos días, en manera muy especial, Dios nos dejó compartir, a maestros y
niños, profundos clamores por los niños del mundo. Él nos dio tanto de su amor y
misericordia que no lo podíamos guardar para nosotros solamente. Unos y otros clamaban
por la nación que Dios les indicaba, con intercesiones y gemidos que sólo el Espíritu
es capaz de provocar.
Creo firmemente que Dios está preparando la vida de estos niños, no sólo para vivir un
hermoso tiempo en Él, sino también para el futuro, con miras hacia el mundo. Al mundo es
donde ellos llevarán este mensaje; por ello Dios está imprimiendo con fuego sus almas,
mentes y corazones.
Mabel Fontaine
Directora espiritual de niños
¿QUÉ VALOR TIENEN LOS NIÑOS?
Siempre es para mí un gran privilegio y un inmenso regalo estar con los niños, y
juntos disfrutar de la presencia del Señor.
( Qué obra preciosa hizo Jesús en los corazones de los pequeños, y cuánto amor
derramado sobre ellos en esos días!
Permítame compartir con usted lo que Dios me mostró una de esas mañanas gloriosas de
reunión ...
Después de ayudar a algunos de los niños a entrar en ese río de vida que fluía
caudalosamente, entré yo también. Olas de misericordia me cubrieron. Reía y lloraba de
gratitud, por su abundante misericordia para mí y para todos.
El Señor me mostró a la orilla de su río grandes prados y parques con niños que
cantaban alabanzas a Jesús. Fui llevada en su fluir, y donde miraba todo era tan hermoso.
Luego, me vi sumergida en las profundidades de ese río. A lo lejos vi un cofre; luego
otros. Me acerqué hasta alcanzarlo. El cofre estaba cerrado. Cuando lo abrí estaba lleno
de joyas como de cristal; esas joyas eran los niños. Saqué una y la miré, era un niño
que yo conozco. (Oh, cómo regocijé! Los niños están entre sus tesoros. ¡Qué
hermosura! ¡Qué bondad! También había unas cajas pequeñas con piedras muy
pequeñitas, pero muy brillantes y de muchos colores.
¡Qué bueno era el Señor en mostrarme sus tesoros!
Pero aún había mucho más para sorprenderme... Hallé también una puerta. Con mucho
cuidado la abrí, pero pronto volví a cerrarla. (El resplandor era demasiado! (La
hermosura también! Increíble... el lugar estaba todo lleno de coronas.
(Muchas...muchas...muchísimas! ¡Hermosura! ¡Fulgor! No encuentro palabras para
describir lo que vi. Ciertamente el Señor está preparando todo aquello que prometió.
Más allá había otra puerta. No sabía si abrirla. Todo esto era demasiado hermoso para
mí. Cuando finalmente la abrí, no pude creer lo que veía. Había muchos, muchos
vestidos blancos. (((Allí estaba también el mío!!! Cómo se puede narrar todo lo que se
siente y vive en momentos así.
Luego, mi atención volvió hacia el cofre de los niños. Cuando levanté la mirada vi
muchos cofres más. Y cada uno de ellos tenía nombres de países: España, Francia,
Egipto, Suiza y otros... Busque el nombre del país al cual el Señor prometió enviarme.
Durante la búsqueda, hallé que uno de esos cofres no tenía nombre. Mientras lo
observaba, dije: "Señor, ¿y este cofre?" No sé cómo pero supe, sin duda
alguna, que ese pertenecía a Israel. Seguí mirando hasta que hallé el nombre Irak, el
país prometido. Pregunté si podía abrirlo, y lo abrí. (Allí, sí... también allí el
Señor tiene sus joyas!
(Cuántos cofres había (Cuántos países escritos! Y... ¡cuántos no llegué a leer! Sin
duda el Señor permitió que leyera lo suficiente como para entender de su inmenso amor
por los niños de este mundo; de cada lengua, de cada tribu, de cada nación. (Muchos¡
China...Japón...Malasia...Australia...Italia...
Yo volví al primer cofre, que pertenecía a los niños de aquí, de mi país. Joyas que
Jesús tiene con sus tesoros, y que los abraza en su insondable amor.
En momentos así quién quiere dejar esa cercanía con el mundo de luz y vida, pero tuve
que hacerlo.
Priscila Scalía
-Maestra-