REVISTA RHEMA |
ENOJO DIVINO
Por Juan C. Miller
"Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones. Mas vosotros la
habéis hecho cueva de ladrones".
(Marcos 11:17)
No son muchas las veces que las Escrituras nos narran acerca de Jesús enojado. Sin
embargo había cosas que lo enojaron y mucho. Y por favor, no confunda Su enojo con el del
hombre.
La escena completa la hallamos versículos previos al ya citado. Suceso que hizo recordar
a los discípulos lo que ya había sido dicho: "El celo de tu casa me consume"
(Salmos 69:9 ; Juan 2:17)
Para recrear esa escena contamos con la pluma de los discípulos, a la que lo invito sumar
también nuestra imaginación. No, no querremos perder nada, porque ese mismo celo lo
consume hoy y lo consumirá mañana.
"Vinieron, pues, a Jerusalén; y entrando Jesús en el templo, comenzó a echar fuera
a los que vendían y compraban en el templo; y volcó las mesas de los cambistas, y las
sillas de los que vendían palomas; y no consentía que nadie entrase al templo llevando
utensilio alguno".
Y aún más detalles nos aporta el apóstol Juan, diciendo en el capítulo 2:15: " Y
haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos...".
¡Momentos tremendos! Casi difícil de imaginar. Generalmente pensamos en el amante y
misericordioso Señor, sin embargo, con el látigo en la mano se levantó en ira. El Hijo
de Dios muestra un divino disgusto...una ira santa.
¿Algo inusual había sucedido ese día que provocó tal acto? De ninguna manera. Este
tipo de venta había llegado a ser costumbre en el templo. A esto se sumaba la proximidad
de la pascua, con la llegada de cientos de personas de las afueras de la ciudad que
necesitaban traer sus ofrendas. Era necesario cambiar su plata por la moneda acuñada para
el templo; para comprar u ofrendar. No podían presentarse trayendo una moneda romana;
debía ser la del templo. Ni siquiera el pobre podía traer desde su casa su paloma para
presentar como ofrenda.
"Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones", dijo Jesús.
Lejos de ser una casa de oración se había convertido en una cueva de ladrones:
Estaban vendiendo a Dios.
Estaban vendiendo Su salvación.
Estaban vendiendo la comunión con Dios.
Justificado era el enojo de Jesús.
En uno de mis viajes a Israel estabamos visitando con mi esposa la tumba de David, y
mientras leíamos unos carteles, notamos en un rincón a un rabino. Junto a él, una mujer
viuda - fácil de distinguir por su vestidos - puso en las manos de éste algunas monedas
para que orara por ella. La mujer cerró sus ojos, mientras esperaba la oración de
bendición. El rabino comenzó a orar, pero lo que me llamó grandemente la atención era
que mientras oraba, con sus ojos abiertos, miraba su mano y contaba las monedas que allí
tenía.
No... no me es difícil identificarme con el enojo del Señor.
Los ejemplos no acaban ni en el antiguo templo, ni en la histórica Israel con la tumba de
un gran rey. He visto y me han compartido que hombres, supuestamente ministerios
respetados, en medio de su mensaje o donde más convenga acomodar, han dicho:
"¿Cuántos de ustedes van a dar U$S 10.000? Yo oraré por ustedes en forma
personal". Hubo quienes levantaron sus manos. La oferta no acabó allí.
"¿Cuántos de ustedes van a dar U$S1.000? Por ustedes también voy a orar en forma
personal". Levantaron la mano otros tantos. La oferta siguió. Ahora les tocó a
aquellos que pudieran ofrendar tan sólo U$S100. Hasta aquí los afortunados obtuvieron la
oración del renombrado siervo de manera especial. Se preguntará que ocurrió con
aquellos que podían dar menos. A estos... se los hizo parar, se los bendijo y nada más.
¡Eso es vender a Dios! Vender algo que es gratuito. Es imponer pesadas cargas, poniendo
precio a la misericordia de Dios.
Me hallaba pasando unos días de descanso en un país vecino, así que sintonicé las dos
radio cristianas que salían al aire. Una de ellas nos deleitó con la buena música y
programas; la otra, constantemente asediaba con pedidos de ofrendas. Una maratón de
ofrendas en todo el país:
-Hermanita a usted la va a bendecir Dios, y ¿cuánto da hermanita?
- Yo vengo de la montaña y yo soy pobre, pero con algo deseo colaborar.
- Bueno, hermanita, a ver si se esfuerza un poquito más.
Guardé por escrito muchas de las cosas que se dijeron; muchas muy indignantes y
vergonzosas de mencionar.
No puedo dejar de hacer esta pregunta: ¿Vendiendo la salvación para enriquecimiento de
quién? ¿De Dios?
Muchas veces se imponen cargas ante cualquier proyecto que surge en la iglesia para el
beneficio del reino del sacerdote de turno. Haciendo aún como dijo Jesús en Mateo 23: 14
"¡Ay, de vosotros escribas y fariseos hipócritas porque devoráis las casas de las
viudas, y como pretexto hacéis larga oraciones; por esto recibiréis mayor
condenación".
¿Acaso no se ha vendido también la prosperidad que Dios ofrece? "Una semilla que
usted va a sembrar. Siembre 100 y Dios le va a dar 1.000. Entregue su terrenito y Dios le
dará un departamento". Y nadie termina con un departamento nuevo. Muchas veces
terminan sin sus casas, sin sus terrenos y hasta sin centavos en el bolsillo.
Cómo no se va a enojar Jesús cuando los hombres venden la salvación a distintos
precios. Cómo no se levantará con un látigo ante tal asedio por dinero; cuando se habla
en Su casa más de dinero y proyectos que del Señor Jesús y de su Padre. Donde la
iglesia se convierte en un lugar para el beneficio de los líderes. Y a esto Jesús
claramente dijo: "recibiréis mayor condenación".
Las pesadas cargas impuestas por los hombres son de variados tamaños, formas y nombres.
Entre ellas no faltan las doctrinas de hombre ni el legalismo. Mateo escribe, 23:4
"Atan cargas pesadas y difíciles de llevar, las ponen sobre los hombros de los
hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas".
¡La Salvación no se vende! No tiene precio. La casa de Dios no es para vender la
Salvación. Ella es gratuita.
He viajado a lugares del mundo donde hay cientos de iglesias producto de otros cientos de
divisiones, porque una persona, quizás con capacidades, quizás con talentos, no le gusta
sentarse del lado de la congregación y quiere ser llamado pastor. Lo dijo Jesús
también: "Les gustan las salutaciones en las plazas y que los hombres los llamen
rabí". Gustando de posiciones, habiendo muchas veces grandes discordias por lugares
dentro de la iglesia, como si eso nos acercara más a Dios. Al que tiene mucha plata
entonces parece caber muy bien cierto puesto. Aquel otro influyente, entonces le tocará
el lugar de tesorero o de diácono. Títulos, ministerios dados por los hombres y no por
Dios.
Mateo 23:3 nos recuerda estas severas palabras: "¡Ay de vosotros, escribas y
fariseos hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues
ni entráis vosotros, ni dejan entrar a los que están entrando". He tenido
conferencias en distintas partes del mundo con pastores y líderes, y tristemente tengo
que decir que, generalmente, son los más cerrados. ¿Qué trato de decir? Como líderes
saben qué hacer para llevar al pueblo en alabanzas y adoración pero cuando les toca el
turno de abrir sus propios corazones en tiempos designados para ellos, no saben cómo
hacerlo. Se sorprenderá quizás al leer esto. Y no es este tan sólo mi criterio. Esta
experiencia la he compartido con varones de Dios y me han dicho que lo más difícil es
ministrar a pastores. Ellos dicen al pueblo que entren la presencia de Dios, pero ellos no
entran. Hacen llorar al pueblo pero no hay lágrimas en sus propios ojos. Y en muchísimos
casos sus propias vidas reflejan la inmundicia.
Siguió diciendo Jesús: "Ay, de vosotros porque recorréis mar y tierra para hacer
un prosélito, y una vez hecho, lo hacéis dos veces más hijo del infierno que
vosotros" (Mateo 23:15) Jesús fue directo... ¡muy directo!; ¡demasiado directo!
Hoy cientos de denominados "ministerios" recorren el mundo gastando dinero.
¿Para qué? Para una vez logrado un convertido en vez de llevarlo a Dios, son insertarlo
en el sistema donde se vende la salvación. Y cuántos más ingresan en la iglesia mejor,
porque más importante será la iglesia, más importante seré el líder y más dinero
tendrá. No hay pasión por las almas, hay pasión por el éxito.
¡Ay, de vosotros...!, porque limpiáis lo de afuera del vaso y del plato, pero por
dentro, adentro estáis lleno de robo e injusticia"(Mateo 23:25)
Un pastor compartió de su llamado a Miami. Viajó y se radicó allí. Tiempo más tarde
la casa de turismo llamó, reclamó a conocidos la deuda del boleto impago. Luego me
enteré que también tuvo problemas en Miami y tuvo que mudarse a otra ciudad. Quizá
piense que mis ejemplos son extremos. No, no lo son; tristemente los hallo demasiado a
menudo.
Un amigo, gerente de una concesionaria importante en una ciudad veraniega, me dijo:
"¿Conoces a este pastor?" Yo le dije: "Sí". "Es un
estafador", fueron sus palabras. Ciertamente un testimonio vergonzoso. Y como esté
muchos que no pagan sus deudas.
Y por últimos en mi lista, que necesariamente no acaba con sólo lo escrito, usted
encontrará propagandas en revistas cristianas donde venden pedazos de tela de una
campaña de sanidad que ha sido ungida; hasta Tierra Santa y aire de Israel embotellados.
Y creyentes lo compran porque líderes lo recomiendan.
El mensaje de Jesús sigue latente hoy; no ha cambiado. Y la exposición clara que Señor
hace hacia todas estas cosas, concluye diciendo: ¿Cómo escaparéis de la condenación
del infierno?" (Mateo 23: 33).
¿Cuál fue la reacción de los sacerdotes ante el enojo de Jesús? Marcos nos cuenta...
"Y lo oyeron los escribas y los principales sacerdotes y buscaban cómo matarle"
(Marcos 11:18).
Limpieza tiene que empezar en la casa de Leví, tiene que empezar en los líderes. ¿Está
pidiendo avivamiento para su nación, sepa que Dios tiene que limpiar su Casa?
Cuán precisas son las palabras de Dios a través del profeta Isaías en el capítulo 55:1
¡Qué pronunciamiento concreto y claro para que entendamos como ÉL piensa en cuanto a lo
tratado. "A todos los sedientos, venid a las aguas y los que no tienen dinero, venid,
comprad y comed. Venid comprad sin dinero, sin precio, vino y leche'.
Jamás en nuestra vida podríamos reunir el dinero para comprar una sola gota de la
preciosa Sangre redentora de Cristo Jesús, el hijo de Dios. El alto precio lo pagó
Jesús con su propia vida y deidad, para que todo aquel que en El crea tenga vida eterna.
Nada más... ¡que crea!
Dijimos que Su casa debía ser casa de oración y no una cueva de ladrones. Ahora escuche
otro mensaje de Dios para los Suyos: "Yo los llevaré a mi santo monte y los
recrearé en mi casa de oración" (Isaias 56:7). ¿No es esto precioso?
¿Tiene cargas pesadas? ¿Esta su corazón atribulado? Él lo recreará en Su santo monte.
Levantará la carga del corazón apesadumbrado. Le recordará que Él es su Padre y que
vale la pena vivir. Y cuando baje de Su santo monte hallará renovadas fuerzas y ánimo
para seguir luchando en esta vida.
Y sigue diciendo... "Aceptaré sus ofrendas". Hasta la ofrenda más humilde Él
recibe, como aquella desestimada mujer que puso sus moneditas, la cual el Señor ponderó.
Y acepta aún la ofrenda de uno que no conoce a Dios y viene, levanta su rostro y dice:
"Señor yo escucho a otros orar y yo no sé cómo orar, perdóname si me equivoco,
pero Dios ¡por favor! ten misericordia de mi". Le digo que esa oración va directo
al trono de Dios y es una ofrenda aceptable a los oídos de Dios, porque es una ofrenda
voluntaria que vino del corazón.
No sé cual será el alcance de este mensaje, pero estimado lector, quiero proclamar que
¡la Salvación es gratuita!
"Venid todos los que tienen sed. Venid y comprad sin dinero, sin precio, comprad de
mi vino y leche. Venid, comprad", dice el Señor.