REVISTA RHEMA


GRANJA EMANUEL
Por Ruben Fermandez

 

Ayuda a jóvenes en conflicto

En el mes de Abril recibí una llamada de parte de una madre desesperada. Esto es bastante frecuente. Ella pedía ayuda ya que su hijo tenía problemas de drogas.
Oscar, un joven de 22 años de edad, en ese momento estaba internado en el hos-
pital en el sector de siquiatría. El joven tenía problemas de demencia y se encontraba atado en su cama con chaleco de fuerza; un caso irreversible según la
medicina. La madre habló con la autoridad del pabellón y pidió autorización para
llamarme. El Director se interiorizó de nuestro trabajo en la Granja y nos autorizó el ingreso; éste conocía bien la trayectoria de nuestra iglesia y la de nuestro pastor.
Mi primer visita fue realmente un aprendizaje. Cuando ingresé a la habitación
Oscar estaba sentado en una silla totalmente dopado, a tal punto que no podía
cerrar su boca, su cabeza estaba baja y babeaba como un bebé; el pelo largo
caía sobre su rostro y su estado era muy deplorable. Lo tuvieron que atar
porque se arrancaba los cabellos con sus manos.
Cuando hablé por primera vez con él no respondía palabra. Sinceramente no
sabía si me estaba oyendo o no. Le expliqué la razón de mi visita y le hablé acerca de lo que Jesús podía hacer en su vida si lo dejaba entrar en su corazón. Le pregunté si me oía y me hizo saber que sí con un movimiento leve de su cabeza. No podía hablar por el efecto de la medicación o alguna otra razón espiritual. Le dije que hiciera conmigo la oración del penitente, arrepintiéndose de sus pecados, aceptando y permitiendo a Jesús entrar en su vida. Luego me retiré.
Al otro día cuando regresé, el enfermero me llamó y me hizo saber que luego de
mi visita había presentado grandes signos de mejoría. Al ingresar a la habitación lo vi mucho mejor, podía hablar. Me contó su situación...
Para ayudar a su abuelo que estaba enfermo, había hecho un pacto y entregado
su alma al diablo. Tenía una tía que practicaba brujerías. En uno de sus libros
que ella tenía decía como hacer lo que él luego hizo. Contaba que comenzó a
notar algo extraño en su cuerpo al punto de perder la sensibilidad y notar que no tenía vida. Caminaba por las calles de la ciudad como si no existiera. Se
asustó mucho y quiso salir de ese pacto, pero ya era tarde.
Entre alucinaciones y realidades, deambuló por las sierras hasta que lo
encontraron tirado queriéndose sacar el mal de su cabeza, y en realidad
lo que hacía era arrancarse los cabellos.
Ese día oramos nuevamente y lo hicimos por espacio de dos o tres días.
Aproximadamente a la semana me llamaron nuevamente para que fuera a su
casa, pues le habían dado el alta médico. Para mi sorpresa, cuando fui a verlo,
él salió a recibirme; dialogamos un buen tiempo y oramos. Esa semana lo llevé
a la Granja y junto a mi esposa le ministramos.
Hoy, Oscar, está sirviendo a Dios en nuestra iglesia, siendo discipulado, estu-
diando en el Seminario Bíblico de Fe e integrando el grupo de músicos de la iglesia.
¡Nuestro Dios es grande y Sus obras poderosas!

 

REGRESAR AL INDICE RHEMA