REVISTA RHEMA |
DONDE
ESTA DIOS CUANDO SUFRIMOS ?
Por R. Edward Miller
Vi un libro una vez cuyo título captó mi atención: ¿Dónde
estabas Tú cuando yo estaba sufriendo? Mientras meditaba sobre
esta poderosa frase, fue como si una suave voz me contestara:
"Aquí, simplemente aquí."
Hace muchos años, mientras caminaba por la arteria principal en
el corazón de Buenos Aires, la gran metrópolis, de pronto me
detuve. Fue como si viera pasar junto a mí rostros innominados y
solo fuera consciente que un río de gente iba desplazándose en
todas direcciones, corriendo, corriendo.
"Señor: ¿Adónde van?" No pude contener las
lágrimas.
"Señor: ¡Hay tan pocas iglesias! ¡Hay tanta apatía sobre
tus buenas nuevas!"
"Señor dime: ¿dónde están los tiempos de refrigerio, el
día de tu poder, el aliento avivador de tu Santo Espíritu?
¿Qué puedo hacer? ¿Qué puede uno hacer para llegar a tantos?
¿Dónde estás Señor, mientras todos se desvanecen en la
eternidad en absoluta ignorancia?"
Fue allí, con los párpados entre abiertos, debajo de aquellos
hermosos árboles que enmarcan la famosa avenida, que reparé en
un gusano pequeño que se arrastraba a través de mi zapato.
Mientras lo observaba, el entendimiento comenzó a consolar mi
corazón.
¿Estaría el gusanillo preguntándose la misma cosa?
"¿Dónde estás Edward Miller?"
No importa cuántas veces podía yo repetirle: "¡Aquí,
aquí, estoy precisamente aquí!", no oiría.
"¿Ustedes creen que podía llegar a verme, con esa vista
tan miope, con una vista incapaz de superar una distancia de 2,5
centímetros? Aquél espécimen pudo pasar todo el día mirando
hacia arriba sin poder jamás verme. Tampoco llegaría a oírme o
a sentirme.
"¿Dónde estaba Dios?"
"¿Estaba acaso en medio de aquella marea humana?"
"¡Claro que sí!" Él estaba allí, simplemente,
allí.
Hay una anécdota familiar que Billy Graham ha citado, sobre el
día que su hijito y él salieron a caminar por el campo, y sin
darse cuenta Billy pisó un nido de hormigas. Él no se inmutó,
pero su hijo en cambio, estaba desconcertado.
"¡Pero papá, acabas de pisar su casa!"
"Unas pocas parece que tienen la espalda quebrada".
"¡Mira allí, algunas simplemente están llorando! Aquella
parece tener el corazón aplastado. Algunas llevan a los bebés
sobre sus espaldas y están corriendo en todas direcciones,
buscando una ambulancia!"
"¡Por favor papá, podemos ayudarlas!"
"Tal vez podríamos llevarlas al hospital..."
Billy bajó la vista y contempló sus pies, y luego respondió a
su perturbado hijo: "¡No hijo, no puedo! Ellas son
demasiado, demasiado pequeñas, y yo soy demasiado, demasiado
grande."
EL GRANDE SE HIZO PEQUEÑO
¡Demasiado, demasiado grande! Y nosotros somos demasiado,
demasiado pequeños. Se me ocurrió pensar cómo Satanás y todo
el peso del pecado han oprimido a la humanidad, dejándola en
completa miseria, dolor y pena.
"¡Dios, Oh, Dios! ¿Puedes ayudarnos?" Y acaso
también respondiera: "¡Pero no puedo hijos, simplemente no
puedo ayudarlos, porque soy demasiado, demasiado grande!"
Pero Él sabía que pronto, muy pronto... se volvería muy
pequeño, pequeñito, muy pequeñito. De nuestro tamaño.
Entonces podría ayudar: "¡A cerrar heridas, a restaurar
nuestros corazones, a hallar curas, bálsamos y ungüentos
especiales, llevándonos a su hospital, una y otra vez!"
En Isaías 61 leemos que Él vino a este planeta, la tierra,
"a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los
quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos,
para consolar, para dar gloria en lugar de cenizas."
¿Dónde estaba Él? Preparándose para bajar. Preparándose para
hacerse pequeño y delicado y vulnerable; para ver como nosotros
vemos, bastante mal; para oír como nosotros oímos, no muy bien;
para sentir como nosotros sentimos: frío, hambre y rechazo y
traición y dolor.
Sin embargo, se mantuvo grande, muy grande. ¡Grande Dios! Grande
y poderoso y lo suficientemente capaz de abrir un par de ojos
ciegos, y de dejar a los leprosos con su piel renovada y de
llenar el corazón de una viuda con puro éxtasis, cuando su
amado hijo es resucitado.
Realmente Él se preocupó. ¡Se preocupó todo el tiempo!
¡Siempre lo ha hecho!
Todo el tiempo ha estado buscando la forma de alcanzarnos, de
contarnos acerca de Su Amor.
En un primer momento su voz era demasiado fuerte. Luego nos
resultaba imperceptible; tal vez solamente eran señales, pero
algunas de ellas fueron apabullantes. O todo lo contrario, esas
señales no eran suficientemente audibles. ¡Hasta que halló la
manera, hasta que halló el camino perfecto! Entonces su voz,
sería una voz humana; también su toque, también su sonrisa.
Con un par de ojos capaces de expresar Su Amor; y brazos que
puedan alcanzar a los niños. Con una voz que sea audible, una
voz tan fascinante, que uno podría pasar tres días oyéndola
sin cansarse; una voz que haga que uno se olvide del hogar, del
cordero asado y de la fecha de remate del camello.
El estuvo allí todo el tiempo. Amor Insondable reventando las
costuras del Cielo. Amor Ansioso, Incontenible. Somos muy
pequeños. Miopes. De audición despareja. Y cuando estamos
sufriendo, lo único que se nos ocurre pensar es: "¡Él es
grande... demasiado grande para preocuparse de nosotros!"
"¡Él está demasiado lejos, demasiado, como para poder
tocarnos. Y somos malos, malísimos, y no merecemos que lo
haga!" Entonces, en esos momentos insoportables, pasados o
presentes, estamos seguros que a Él no le importan nuestros
problemas, nuestro dolor, nuestras inseguridades, nuestras
debilidades, o lo que hacemos, o hacia dónde vamos. Pero Él
verdaderamente se preocupó. Se preocupó tanto, que halló un
camino e ignoró su horrendo costo.
En Hebreos 5:8 leemos: "Por lo que padeció, aprendió la
obediencia." ¡Él sufrió! Y, ¿le dolió? ¡Claro que sí,
le dolió la mayoría de las veces! El ridículo, la burla, las
miradas, las conspiraciones, el rechazo, las mentiras, las malas
interpretaciones, la soledad. ¡Y luego siguió el Calvario!
SIMPLEMENTE, ALLI
"¿Dónde está Él cuando sufrimos?" Cuando duele
para ti, cuando duele para mí. ¡El está allí, simplemente
allí, todo el tiempo!
El Hijo está, simplemente allí.
El Padre está, simplemente allí.
El Espíritu de Consuelo está, simplemente allí.
Hace mucho tiempo, hubo una mujer quien al acercarse a un pozo,
vio que un hombre joven fatigado y sediento estaba sentado allí.
Y dirigió a Él las mismas preguntas: "Pues entonces,
¿dónde está Él?" "¿Acaso está en las cumbres de
nuestros montes? ¿En el pináculo de la escalera de Jacob?
¿Detrás de aquellos oscuros cortinados del templo?"
"¡Yo estoy simplemente, aquí!" Ya estaba aquí cuando
tú llegaste. Yo estaba allí, en tu insaciable búsqueda de
amor, de aprobación. Yo estaba allí cuando tu corazón se
quebraba una y otra vez.
Yo estaba allí!" Y de pronto ella captó que Él Gran Yo
Soy estaba verda-deramente allí, simplemente allí; allí, en
medio de un remolino de polvo y mojado en sudor; usando ropas
sucias, con las mejillas chamuscadas por el sol y los labios
resecos; allí, entre la chusma y lo vanal. ¡El mismísimo Dios!
Sentado debajo de la sombra de aquella higuera tan familiar.
Sentado allí y preocupándose por el gran vacío que ella no
podía llenar. "¡Pero cómo puede ser! ¿Estaba recibiendo
la visita de un mensajero celestial? ¿Un visitante parecido a
los ángeles que se aparecieran a su héroe Abraham, a Gedeón y
anteriormente a la madre de Sansón?" "¡Pero éste era
aún mejor, porque éste era EL MESIAS!"
Su sencilla humanidad y su tan especial manera de llegar, la
dejaron sencillamente, muda.
Uno podría imaginar el revoloteo de sus pensamientos. Si Dios
supo lo de ella desde el vamos: "Él viene ahora; ¿Por qué
no habrá venido hace tres años?" "Seguramente los
ríos de vida le habrían ahorrado tantos dolores de cabeza,
tantos lamentos." Pero su corazón estaba igualmente
rebosante: "No tiene ninguna importancia, he visto al tan
ansiado Mesías y Él es, digamos, ¡tan poco emocional! Apenas
tenía esta mujer noción de lo que la rodeaba, lo único que
sabemos es que entre la distancia que separa aquel aljibe de su
aldea, ella se transformó en la primera evangelista de la
región.
TODO EL TIEMPO
Y la siguiente historia real sucedió casi 2,000 años
después. Muy recientemente. En nuestros días. Se trata de otra
mujer quién también ha tenido cinco esposos; una dama cuyo
corazón, soy testigo, ha sido quebrado más de una vez. Una dama
que también estaba muy familiarizada con el Mesías. Su buen
padre es un distinguido ministro del Evangelio, y sus padres lo
único que podían hacer era sufrir y asombrarse: "¿Por
qué tantas aflicciones?" Veían la mano de una hija que se
aferraba fuertemente de Dios en un momento, para luego caminar
totalmente sola. ¿Estuvo Dios con ella todo el tiempo?...
Continúo con el relato. Había un pastor viudo que comenzó a
pensar en volver a casarse y mientras conversaba con un amigo,
trajo a luz el tema que guardaba su corazón.
Su amigo respondió: "¡Oh, yo conozco la hija de una
persona de nuestro mutuo conocimiento quien en este momento en
particular, no está casada!" Este pastor, luego pudo apenas
explicar que una sensación muy peculiar lo invadió. Fue como si
oyera a Dios decir: "Ve y tómala, ella es la apartada que
será tu esposa." A pesar de su pasado, de lo que la gente
pudiera decir o pensar, él supo que Dios lo había conmovido:
"Lo que Dios ha limpiado, no lo llamarás tú inmundo."
Luego se encontraron, él se enamoró de ella y se casaron. Pero
hay algo que agregar. En una conferencia especial, el Espíritu
Santo vino sobre ella con poder, y todo lo que pudo decir ante Su
Presencia fue: "¡No Señor, no yo! ¡Eres tan bello! ¡Yo
no te merezco, tu don es para otros! ¡Por favor Señor, no puede
ser! Cuando finalmente su llanto cesó, de inmediato se fijó en
sus manos y vio lo que todos también vieron: "que estaban
cubiertas de oro en polvo." Cuando hicieron la prueba se
comprobó que se trataba de una aleación en alto grado de
pureza.
Cierro este capítulo con un reciente informe sobre el caso.
Varios domingos después de este hecho, su esposo de pronto
abandonó el púlpito y se encaminó hacia ella. "Debes
tomar tú el culto, de pronto me quedé sin energía y no puedo
continuar." Con miedo y turbación, su esposa asintió. Y Su
preciosa unción la visitó. Cuando ella se acercaba a ministrar,
orando por cada uno de los presentes individualmente, sentían
una descarga eléctrica y luego caían hacia atrás. Cuando
finalmente volvió a su asiento, junto a su esposo, sus manos una
vez más, estaban cubiertas de oro en polvo. Todas las cosas
"fueron hechas nuevas" porque ella amó mucho. (Lucas
7:47).
¿Está Él allí todo el tiempo? ¿Y cuándo el dolor se vuelve
insoportable? ¿Podría haberlo Él evitado? Sobre el tema el
Señor ya nos ha dado muchos ejemplos, testimonio tras
testimonio, que cuándo algo así sucede es porque Él está
produciendo algo, está resolviendo algo. Algo que no podemos
siquiera imaginar, algo impresionantemente original. De algo
lamentable e injuriante y hasta maligno, hace algo útil, bueno y
provechoso.
Y tampoco debemos olvidar: "El jamás nos deja o abandona.
Él tiene una preciosa semilla, la imagen de Su Hijo Jesús
plantada en nuestros corazones y nos guardará, nos nutrirá y
nos protegerá y cubrirá y formará hasta que la pura y
exquisita Gloria sea dada a luz en nuestro ser: ¡Seremos el
fruto de sus afanes, la satisfacción y la delicia de Su
Corazón! Vale la pena repetir, para cerrar esta página
histórica que yo le amo y ustedes, también.
Amemos al que se hizo pequeñito; de nuestro tamaño.
Amemos a Aquél que también exclamó: "¡Mi Dios, ¿dónde
estás?" Y aún así tuvo que soportar el ensangrentado
madero, por ti, por mí.
¿Dónde estabas Dios?
Estuve allí, ¡todo el tiempo!