REVISTA RHEMA


LA SEMANA ANTES DE LA NAVIDAD
Por John C. MILLER

 

Cuando las páginas de esta revista lleguen a sus manos, estaremos próximo a festejar una de las fiestas más queridas e importantes de la cristiandad.
En esta lectura usted y yo recorreremos, de manera vívida, la semana previa a la Navidad. Quizá usted, como yo, se encuentre identificado con nuestros personajes.
Un ángel, Gabriel, irrumpe en la vida de una joven muchachita con un mensaje que la turba. ¡Cómo para no turbarla! Un ángel y un mensaje. Una muchachita, porque no tendría más de quince años; era la costumbre casarse muy joven en aquellos tiempos.
Una salutación acompañó al mensaje del ángel: "¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres". Y sigue diciendo: "María, no temas porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin."
Entonces María dijo al ángel: "¿Cómo será esto? Pues no conozco varón". Respondiendo el ángel, le dijo: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios."
El resto, podemos dar vuelo a nuestra imaginación. Los pensamientos que siguieron burbujeando en el corazón de María; su encuentro y regocijo junto a Elisabet, y el glorioso canto de alabanza que emanó de su corazón.

PREPARATIVOS

No, no olvidé la invitación que le propuse a aquella semana previa a la Navidad; así que apresurémonos en el tiempo...
Nueve meses estaban por cumplirse, María tenía ya todo planeado. Los calcetines tejidos, la ropita del bebé toda lista. ¿La cunita? La mejor que haya fabricado José en su carpintería. La partera había sido ya elegida, y la madrina también, sin faltar la abuela. Todos saben que cuando una mujer va a dar a luz su primer hijo no puede faltar la madre de la madre; ¡infaltable!
¿El nombre del bebé? Esta vez no lo eligió María ni José. Un mensajero de los cielos comunicó a José su nombre y sexo. ¡Qué ecografía o ultrasonido! Ni que vivieran en nuestro siglo. ¿Su nombre? Jesús, porque Él salvaría al mundo de sus pecados.
¿La habitación del futuro hijo? Oh, sí... bien pintada y adornada, como toda buena madre haría; claro, a usanza de aquellos días.
En nueve meses se puede preparar y soñar con muchas cosas.
El tiempo se aproximaba, todo parecía estar listo, HASTA QUE se promulgó un edicto de parte de Augusto César que todos debían empadronarse; cada uno debía ir a su ciudad. Y José, por lo tanto, debía ir de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén.
Nazaret se encuentra aproximadamente a 145 Km. de Belén. No había micros, ni trenes, ni aviones, había que ir caminando o sobre una mula, asno o camello. He probado ir en camello en aquella tierra, no es lo más recomendable. ¡Qué infortunio! ¡Qué tiempo más inadecuado en llegar tal edicto!
Puedo fácilmente imaginar el diálogo entre María y José.
- María, tenemos que viajar - anunció José.
-¿Adonde?
-A Belén.
-Es una locura -replicó sobresaltada María-. ¿Viajar en mi condición?
-Sí, viajar.
-¿Y que pasará con mi hijo? Su vida puede peligrar...
Si usted es madre su imaginación será más prolífera que todas mis palabras. ¡Qué crisis enfrentó esa muchacha! Todo su mundo parecía hacerse añicos. Todo su sueño, que Jesús estaba en ella, de que algo hermoso iba a pasarle, de repente se convirtió en una pesadilla. Le esperaba un lugar extraño. Su partera no le serviría dentro del nuevo plan. No estaría su madre tampoco para ayudar. Quedaría vulnerablemente desprotegida en todos sus planes e ideas ya formadas. Su idea de lo que sería este hermoso nacimiento de Jesús se desmoronó. Muchas veces nuestro mundo se desmorona también. Todo parece ponerse patas para arriba tal como a María.
¿Ha probado caminar por un camino de tierra muchos kilómetros? Si ha tenido esta experiencia quizá usted sería un gran aporte a esta historia en cuanto a molestias en lo físico. Podemos imaginar a María sobre un burrico. Gracias a Dios por los burricos. Pero, ¿usted se imagina cuán incomodo resultó para una mujer embarazada de nueve meses estar montada en un burrico? Cada paso, cada movimiento del animal significó incomodidad y dolor.

DOLOR, INCERTIDUMBRE, TEMORES

La que había esperado algo hermoso estaba rodeada de temores. Y ¿si el niño nacía por los caminos desolados?
Puedo imaginar su dialogo con Dios...
"Señor, esto tenía que haber sido una hermosa experiencia, y lejos de serlo, ¡todo parece estar mal! ¡Alguien se equivocó! ¿Dónde está ese ángel? ¿Dónde está esa gracia, esa gloria, esa felicidad, eso que yo sentí cuando me diste la promesa. Y cuando mi corazón rebosante decía el salmo con tanta fuerza: porque el Señor está conmigo, mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador..."
No, no creo que María haya recitado este salmo cuando estaba sobre el burrico recorriendo los polvorientos caminos, subiendo por los montes de Judea y bajándolo en el calor, en la agonía de los temores escondidos y las molestias que se acrecentaban.
Esta muchacha que iba a dar a luz, viviría experiencias tan tremendas, que el mundo hasta ahora recordaría lo glorioso de ese momento.
Ella no lo veía como algo glorioso. La semana anterior de la Navidad fue lo más terrible que jamás le haya pasado en toda su vida. El momento antes de ver la gloria, fue la vivencia más difícil que experimentó.
¡Oh, las ácidas palabras del enemigo no faltaron!; cómo no estarían presentes: "¿No fuiste tú quien dijo ENGRANDECE mi alma al Señor y me REGOCIJO en Dios mi Salvador?"
No, no nos cuenta la Palabra de Dios cuales fueron sus pensamientos, sólo sé que la semana antes del más hermoso momento en la historia, esa mujer pasó un infierno propio.
Simplemente recordando las veces que junto con mi esposa tuvimos que enfrentar largos viajes a tierras distantes con la comodidad que ofrece el Siglo XX y, sin embargo, han resultado gravosos, muchas veces con varias paradas y esperas interminables de aviones, puedo fácilmente hacer un cuadro muy ilustrativo en mi mente de María y José. Cuántas paradas habrá necesitado esa mujer encinta, como así también su burrico para poder seguir el camino.
No sé cuántos días habrán tardado en recorrer esos 145 kilómetros, pero podemos acercarnos en cálculos: 2 Km por hora, por 145Km, es más o menos 72 horas y media. Y si los calculamos viajando 10 horas por día, les llevó aproximadamente 7 u 8 días de viaje; eso sin contar las paradas.
Ya habían recorrido largo camino, lo peor parecía quedar atrás. María tenía un sueño y con esa esperanza se alentaba: "José, cuando lleguemos a Belén, llévame a un hotel, cualquier hotel. Yo quiero una ducha y una cama. ¡Cualquier hotel!". Qué pensamientos reconfortantes.
Al vislumbrar la entrada de la ciudad, María dejó atrás esos inolvidables siete u ocho días de viaje; días de miedo; días... ¡terribles!
Llegaron al primer hotel. "Por lo menos este hotel va a consolar mis huesos. ¡Gracias, Señor, la prueba pasó!; casi no llego.", dijo María para sí.
José, luego de inquirir en el hotel por albergue, le dijo:
-No te bajes, María.
-¿Cómo?"
-No hay lugar.
¿Qué?
La cuidad estaba alborotada con tantos visitantes. Pero quizá tendrían suerte en el próximo hotel sugerido.
María nuevamente dialogó en su interior: "Bueno, Señor, esto lo hago por ti, pero ¡hasta aquí yo llegué!". José regresa junto a María con una nueva negativa. No había lugar. No había lugar en el mesón. El hijo anunciado de Dios no tenía lugar donde nacer. ¿Es que acaso Dios no tenía deparado un lugar donde nacería Su Hijo? Sí... pero no en el lugar y manera esperados por María.

AL FIN DE ELLA MISMA

La Palabra nos dice que "se cumplieron los días de su alumbramiento".
María se sintió mojada. Rompió la bolsa. "No, no Dios, no me vas a hacer esto. ¡No hay un lugar! No hay dónde ir! No hay partera! Señor, después de todo yo te engrandecí. No puede ser que seguirte a Ti tenga tal recompensa". Creo que a menos que me atreva a pensar en esos momentos previos a la Navidad como lo estoy haciendo, estaría idealizando un vaso de barro, y el hombre es un vaso de barro. Así que concédame esta libertad.
José, tratando de animarla, dijo:
-Me dijeron que hay un establo.
-¿Un qué?
-Un establo. Quizás encontremos un poco de paja y lugar donde te puedas recostar...
María, allí en ese oloroso establo y sin entender todo esto incongruente, halló un lugar donde depositar tan preciso don, el Hijo de Dios.
Leemos del gran advenimiento de Jesús, lo predicamos, lo recordamos a nuestros niños, a nuestros nietos, a nuestros alumnos de escuela dominical, pero poco meditamos en el dolor, angustia, incomprensión y temores que matizaron la semana antes de Navidad; la semana antes del más hermoso acontecimiento en la vida de María y del mundo.

UNA LECCION

¿Por qué pensar en ello? Porque creo que tiene una gran lección para nosotros. Hay semanas en nuestra vida donde todo parece ir mal también, donde nuestra esperanza y nuestras ideas de cómo las cosas han de ser, también están matizadas con dolor, angustia, soledad y confusión. Pensamos que nuestro encuentro con Jesús va a ser de esta manera o de la otra, decoramos toda la pieza según nuestros pensamientos. De repente... parece que todo ese mundo creado y esperado se derrumba.
Si hubiéramos podido hablar con María le hubiéramos dicho: "Soporta, María, ¡tú no sabes lo que se viene! Tú no sabes lo que será las visita de los pastorcitos, la venida de los hombres sabios, colmarán al niño con presentes. Y ni que hablar del magnífico coro de ángeles. ¡Soporta María, soporta! Todo un mundo está esperando que se desarrolle esta GRAN historia y la contarán para siempre. ¡Soporta, María!"
Sólo estaba ella, su esposo y el niño por nacer. No hubo un lugar, ni una madre o familiares para darle ánimo. Acompañada, sí... por sus temores.
Nunca imaginó María lo que le esperaba, ni el largo e incómodo viaje, ni la soledad, ni los problemas tras problemas. El momento más hermoso de la historia fue el momento más difícil de su vida.
Más allá de los pastores, de la estrella, de los camellos, los reyes, los presentes y el coro de ángeles, quizás esta Navidad le enseñe que la semana antes de Su visitación, la semana antes de que una nueva obra de Dios sea dada a luz en su vida, también será una semana muy difícil. Y como tratamos de decirle a María: Soporta! Déjeme decírselo a usted también. No sabe lo hermoso que nacerá en usted, la gloria de Dios que le espera después de esa convulsionada semana previa al nacimiento de la promesa de Dios dada a su vida.
Rodeada María por el estiércol de los animales, las
vacas y las cabras a su alrededor, ya no le importaba nada, sólo que acabe ese tiempo de una vez. Si moría, moría. Entregó todos sus anhelos, sus pensamientos, sus planes, su todo. Y allí, en medio de los quejidos de dolor y desesperación, sin agua caliente y temblorosa, dio a luz la promesa de Dios. Dio a luz algo tan hermoso, que hasta ahora le dicen "bendita eres María, entre todas las mujeres".
Por cierto no fue fácil. La obra que Dios hace en nuestros corazones es grande pero no es fácil. Es profunda, pero no es fácil. La obra que Dios hace adentro, nos prueba hasta los tuétanos. Un día contará a sus hijos acerca de "su" Navidad, pero sólo usted y Dios saben lo que esa semana antes de Navidad significó.
Ojalá pueda tomar consuelo su alma, y sepa que lo que Dios ha empezado, Él lo va a concluir. Él es fiel. Lo que Él ha prometido, Él lo cumplirá. Lo que no nos ha prometido es cómo va a ser el proceso.
Y si como María se encuentra montado hoy sobre un burrico, recuerde, esto es tan sólo la semana antes de la Navidad. La historia no terminó allí. Lo mejor aún le espera.

 

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