REVISTA RHEMA |
EL DON DE DAR
Por Leslie B. Flynn
Durante una caminata un hombre llegó a una colina empinada.
Cuando dijo que era demasiado alta para subir, su compañero le
arrebató la billetera de su bolsillo y lo tiró arriba de la
pequeña colina. En un momento el hombre corrió hasta arriba y
rescató su billetera.
Un hombre estaba por ser bautizado en un río. De repente salió
corriendo del agua diciendo que se había olvidado de dar su
billetera a su esposa. El predicador lo llamó. "Vuelve con
tu billetera. Tengo demasiadas billeteras no bautizadas en mi
congregación".
El dinero es un tema delicado. Alguien dijo que el nervio más
sensible en los seres humanos es el que va a la billetera.
La Biblia tiene mucho que decir en cuanto al dinero y la
mayordomía. Uno de los dones que el apóstol Pablo puso en
alguna de sus listas es el don de dar. "El que da, hágalo
con sencillez" (Rom. 12:8).
Todos Deben Dar
La ausencia de un don no es excusa para no obedecer una orden
en el área de ese don. Por ejemplo, una persona que no tiene el
don de evangelismo no está eximida de la orden de testificar. De
la misma manera, una persona que no tiene el don de dar no queda
libre de tener que dar. No puede decir: "¡Que bien! Nunca
más necesito poner nada en la ofrenda ni dar nada a la iglesia
ni a ningún misionero". Al contrario, todos debemos dar,
con o sin el don de dar. En realidad, la Biblia enseña que lo
mínimo que un creyente debe dar es el diezmo (10 por ciento).
Algunos objetan el diezmar. Dicen que es legalismo y que fue
anulado por la cruz. Los que objetan están en dos categorías:
los que tienen motivos malos y los que tienen motivos buenos.
Aquellos que tienen motivos erróneos objetan el diezmar porque
quieren escapar al deber de dar 10 por ciento de sus entradas.
Libres de la ley del diezmo, dan poco o nada. Su deseo de escapar
del legalismo del diezmo es una excusa para su codicia.
Los que objetan la enseñanza en cuanto al diezmo por motivos
buenos temen que esa instrucción puede hacer que la gente piense
que una vez que dieron la décima parte, ya hicieron todo lo que
requiere Dios en el área de mayordomía financiera. Se preocupan
de que el énfasis en cuanto al diezmo hará que la gente
egoístamente considere como suyo el 90 por ciento que queda.
Esto seca las fuentes de dar generosamente y tuerce la gloriosa
doctrina de la mayordomía. Todo lo que tenemos es de Dios, no
solamente el 10 por ciento.
Para mitigar tales temores debe señalarse que el diezmo es el
punto de comienzo en cuanto a dar. Si una persona bajo la ley
tenía que dar el 10 por ciento, los que están bajo la gracia
¿no tendrían que dar contentos y agradecidos más que el diezmo
legal?
Decir que diezmar es legalismo tiene sus problemas. Abraham y
Jacob hablaron del diezmo siglos antes de que fue dada la ley de
Moisés. El diezmo se menciona desde Génesis hasta Malaquías,
por lo tanto, los que leyeron la carta de Pablo entendieron
cuando escribió: "Cada primer día de la semana cada uno de
vosotros ponga aparte algo, según haya sido prosperado" (1
Cor. 16:2).
Por cierto que todo aquel que no da el diezmo no puede en ninguna
manera ser considerado como que está ejerciendo el don de dar.
En realidad, está robando a Dios (Mal. 3:8-10). Pero por otra
parte el don de dar significa mucho más que dar meramente el
diezmo.
¿Qué es el Don de Dar?
Pablo dice que el don de dar comprende el dar "con
sencillez" (Rom. 12:8). "Sencillez" es una palabra
interesante. Ha sido traducida de muchas formas. Literalmente
significa "sin pliegos" como un pedazo de tela sin
doblar. Se puede decir: simplicidad, sin doble ánimo, honestidad
mental, sin pretensiones. Cuando uno da con el corazón abierto,
uno dona libremente, con alegría. Además da generosamente, con
liberalidad. "Sencillez" en Romanos 12:8 ha sido
traducido de todas estas formas, en una versión u otra.
La persona que tiene el don de dar dará sin doble ánimo.
Ninguna motivación errónea arrugará la tela de su mente
dándole algún doblez. No dará como para calmar la consciencia
por causa de la forma en que consiguió su dinero. Tampoco dará
para recibir algo de vuelta. Al mandar una dádiva podrá poner:
"con amor," pero nunca: "estoy dando esto para que
me admires". Tampoco damos para ser vistos en público, como
hicieron los fariseos que tocaban trompeta para alertar a la
gente para que miraran mientras daban sus dádivas. La persona
que no dona a no ser que su nombre sea inscripto en un vitral o
en la piedra fundamental, no entiende el mandamiento de Cristo de
no permitir a la mano izquierda que sepa lo que hace la mano
derecha (Mateo 6:3). El don de dar no permite ninguna mezcla de
interés propio en la moneda de nuestra dádiva.
El don de dar incluye el dar libremente, con alegría y con amor.
En la edición de enero de cierta revista había un dibujo
cómico. Había un mendigo sucio extendiendo su sombrero pidiendo
limosna con un cartel que decía: "Dar después de Navidad,
eso es verdadera compasión". El verdadero dar no se limita
a tiempos y estaciones ni el antojo del momento. Proviene de un
corazón alegre.
Pablo dijo a los corintos que dieran "no con tristeza, ni
por necesidad" (2 Cor. 9:7). La persona con el don de dar no
dirá: "Si voy a aquel culto tomarán ofrenda" o
"Aquí viene el platillo de la ofrenda, voy a tener que
poner algo aunque me duela". El don de dar no crea una
atmósfera fúnebre en el momento de la ofrenda. Más bien uno da
con alegría porque Dios ama al dador alegre. De la palabra
griega "alegría" tenemos la palabra
"hilaridad" en español. El don de dar de vuelta
alegremente a El que ha dado tanto para nosotros y a nosotros.
El don de dar da como resultado la liberalidad. Una noche,
durante una campaña de Billy Graham en Madison Square Garden, un
conocido mafioso entró con cuatro guardaespaldas que se sentaron
dos a cada lado de él. En el momento de la ofrenda estos hombres
miraron a su líder para ver qué debían hacer. "Esto corre
por cuenta mía", dijo. Sacó de su billetera un fajo de
billetes de cien dólares. (Dos miembros del equipo de Billy
Graham estaban sentados en la fila siguiente y dijeron que el
fajo era suficientemente grande como para atragantar a una vaca).
El mafioso buscó entre los billetes de cien hasta encontrar un
billete de un dólar, el cual puso en el platillo.
Si este incidente no fuera tan lamentable sería gracioso. La
dádiva fue deficiente por dos razones importantes. No provenía
de un corazón regenerado y no fue dada con liberalidad en
ninguna manera. El gesto de dar meramente una propina no se debe
confundir con la verdadera generosidad. Mucho de lo que se llama
dar, insulta a Dios por su pequeñez en comparasión a la
capacidad de dar.
Dos leprosos cristianos en el oriente recibieron a un tercer
leproso en su choza en un leprosario que dependía del gobierno
porque no había casa disponible en ese momento. Los dos vivían
con raciones de comida apenas por arriba de lo indispensable para
no morir de hambre. Cuando se les preguntó cómo era posible
alimentar a un tercero, respondieron que aunque recibían arroz
para dos personas, de alguna manera lo hacían alcanzar para los
tres. ¿No era esto verdadera liberalidad?
Otra faceta del don de dar es que la obra de Dios será ayudada.
No debemos dar sin cuidado ni indiscriminadamente, repartiendo a
toda persona o grupo que mendiga. Más bien, investigando, nos
ocuparemos de que sean suplidas necesidades legítimas. Las
donaciones no fluirán en respuesta a pedidos emocionales o
sentimentales. No serán dadas neciamente pero se basarán sobre
cuidadosa investigación.
En resumen, el don de dar es una habilidad dada por Dios, por
cierto de dar dinero para el progresar de la obra de Dios con tal
cuidado y gozo que son fortalecidos los que reciben. Dios ha dado
grandes posesiones a algunos hombres porque puede confiar en
ellos para usar lo que tienen para el servicio divino. Estos
creyentes son mayordomos especiales. Un pastor de California
comentó que muchas veces lo van a ver hombres con dinero para
financiar algún ministerio, aunque el costo para ellos sea
considerable. Les da genuino gozo ver a Dios obrar a través de
sus dádivas. Este pastor comentó que es difícil mencionar una
causa sin que esta gente quiera aportar a su favor.
El mismo espíritu prevalecía cuando hubo pobreza en los tiempos
apostólicos. Dueños de propiedades vendían sus tierras o casas
y luego donaban el dinero para aliviar las necesidades. Bernabé
era no solamente la personificación del don de animar sino que
también poseía el don de dar. Se lo señala con una mención
especial como uno que vendió terreno y trajo el dinero a los
apóstoles (Hechos 4:34-37).
Algunos hombres dan liberalmente de sus ganancias luego de suplir
sus propias necesidades y dan mucho más allá que un diezmo.
Ejemplos de Hoy en Día
La revista "Power" (Poder) cuenta la historia de
Alberto Archibald. En 1929, justo antes del tiempo
económicamente difícil llamado "depresión," pidió
prestado dinero para comprar unas 800 hectáreas de terreno
aparentemente pobre en el oeste de Canadá. Con visión de futuro
y trabajo duro, desarrolló la tierra y hoy está entre las
tierras más valiosas de la zona productora de trigo en Canadá
en la provincia de Saskatchewan. Con la misma visión, adoptó la
sorprendente meta personal de llegar a tener y dar a
organizaciones cristianas la suma de un millón de dólares.
Con el correr de los años distribuyó miles de dólares a una
organización de tratados y folletos bíblicos, miles más a la
Alianza Cristiana y Misionera y grandes donaciones a otras
sociedades misioneras. Una cierta obra ha captado en forma
especial el interés de Archibald: escuelas y colegios de
entrenamiento bíblico en el oeste de Canadá. Los principales
que han recibido han sido: Instituto Bíblico Briercrest de
Caronport, provincia de Saskatchewan, Instituto Bíblico Prairie
del pueblo de Three Hills, provincia de Alberta y el Colegio
Bíblico Canadiense de la ciudad de Regina, provincia de
Saskatchewan. A esta última escuela le ha dado casi medio
millón en períodos cruciales, haciendo posible su crecimiento
estable.
En el momento que salió el artículo en la revista
"Power" (septiembre 1971), Archibald, un viudo de 80
años que vivía solo en una casa modesta, ya había dado casi
900.000 dólares a organizaciones cristianas. Por cierto que
tiene el don de dar.
Sobre la ruta 30, cerca de la ciudad de Lima en el estado
estadounidense de Ohio, hay un edificio de 60 metros de largo.
Los que pasan por ahí pueden leer las palabras: "Cristo es
la solución" escritas con letras de acero inoxidable y un
fondo de piedra. Stanley Tam, fundador de la Corporación
"States" de Fundición y Refinamiento y de una segunda
compañía, United States Plastic (Plástico de los Estados
Unidos), tenía de joven una sed insasiable de ganar dinero.Por
causa de su conversión y crecimiento en la vida cristiana esta
sed se transformó en un deseo de dar dinero a la obra del
Señor.
A medida que comenzaron a prosperar sus negocios quizo que Dios
fuera su socio mayoritario. Se hicieron papeles legales para que
el 51% de sus compañías fueran del Señor. Luego aumentó a 60%
y en 1955 a 100%. Las acciones de la corporación no tienen como
dueño a Tam ni a ningún miembro de su familia. El control lo
tiene la Fundación Stanita, una corporación sin fines de lucro
cuyo único propósito es dar fondos para la obra cristiana en
todo el mundo. Si Tam quisiera tener nuevamente el control de las
dos compañías, tendría que comprar de vuelta las acciones.
La fundación recibe todo tipo de pedidos de ayuda financiera.
Los tres administradores fiduciarios buscan cuidadosamente la
guía de Dios y dan fondos para proyectos que han observado
personalmente y de los cuales han pedido la guía de Dios. Tam
señala que Dios no es un ciego con una taza de lata. Todo
creyente, tenga poco o mucho, debe buscar la guía de Dios en
cuanto a dar. La Fundación Stanita, que algunos años ha
recibido más de 250.000 dólares, mantiene a más de veinte
misioneros extranjeros y tiene un interés especial en la
educación cristiana de estadounidenses fuera del país.
El don de dar no es solamente para los ricos. Pablo habló de la
gracia de Dios dada a las iglesias de Macedonia que dieron con
sacrificio a pesar de su pobreza para ayudar a los pobres en
Judea (2 Cor. 8:1,2). La iglesia de los filipenses dio evidencias
del don de dar al ayudar financieramente vez tras vez a Pablo.
Probablemente tenía miembros de recursos modestos. ¡Cuán
frecuentemente hoy gente con entradas mínimas quieren dar a toda
obra de la iglesia que valga la pena! Quieren dar con sacrificio.
A veces pienso que mis padres tenían el don de dar. Dieron el
diezmo durante toda su vida cristiana, aún en tiempos
económicamente difíciles y de desempleo y dieron más que el
diezmo.
De chico me acuerdo como mi madre caminaba cuadras en la época
de Navidad y daba dinero y comida a familias pobres. También
para Navidad daban presentes personales a muchos misioneros.
En el verano de 1972 mis padres me hicieron un encargue unas
semanas antes que fallecieron. Ambos tenían 89 años y se
murieron a seis semanas uno del otro. No habían podido asistir a
la iglesia desde el mes de marzo inmediato anterior y querían
que llevara sus sobres de ofrenda a su iglesia local. En el
camino conté un sobre por cada uno de los veintitrés domingos
que habían faltado a la iglesia. Seis semanas después ambos
fueron al hospital y cuando volví, encontré seis sobres más
para la iglesia.
La gente que estaba a cargo de la oficina local de una misión me
contó como mi padre, menos de una semana antes de ir al
hospital, con un ojo ciego y catarata en el otro, cruzó como
pudo la calle principal de una ciudad de 300.000 habitantes con
el tráfico intenso de las 5 de la tarde para llevar su donación
mensual. Le ayudaron a cruzar nuevamente la calle pensando cómo
haría para volver a casa.
Justo antes que llegó la ambulancia para llevar a mi madre al
hospital, ella apenas podía caminar y hablaba con dificultad. Me
susurró que había una libreta negra en un cierto cajón y dijo
que todo ese dinero era del Señor y que pertenecía a El.
El dar es una gracia que puede ser cultivada. Quizás al avanzar
de victoria en victoria en el área de mayordomía, descubrirá
una habilidad dada por el Espíritu y tendrá la alegría de usar
posesiones temporales para la gloria de Dios y para el bien de la
humanidad.