REVISTA RHEMA

GUERRA, SI... GUERRA!
Por John C. Miller

 

El preámbulo de la venida del Rey es: "guerras y rumores de guerra". En el libro de Mateo 24:6 claramente nos habla en cuanto a esto. No sólo anuncia como señal las guerras y rumores de guerra, sino también que los escogidos de Dios serán perseguidos; y si esos días no fuesen acortados, ni siquiera éstos quedarán en pie. Las Escrituras nos dicen que en un lugar llamado Armagedón se van a juntar los ejércitos de las tinieblas, respaldados por las naciones, y los ejércitos de Su pueblo. Cuando éstos estén por ser devorados, vendrá el Señor con su ejército. Su pie tocará sobre el monte, y cuando toque el monte habrá una brecha que se abrirá en la tierra y vendrá la salvación al pueblo de Dios.
Habrá una brecha que se abrirá en la tierra y vendrá la salvación al pueblo de Dios.
No sé si yo veré esa guerra, pero estoy seguro que si no lo ven mis ojos, lo verán mis hijos. Estamos cerca de ese tiempo, por eso las batallas arreciarán. El pueblo de Dios será cada vez más atribulado. Se le permitirá al enemigo venir contra los escogidos.
Mientras lee esto quizás piense: "Si me es dificultoso ahora, ¿cómo lo soportaré entonces?"
Déjeme compartir con usted, lector, un versículo de las Escrituras: "Gad, ejército lo acometerá; mas él acometerá al fin" (Génesis 49:19).
¿Qué le parece esta bendición de parte de Jacob?:
¡acometer!
¡avasallar!
¡ganar!
¡Derrotar al enemigo!
Por lo que leemos, el ejercito enemigo avasallará también...conquistará también...derrotará también.
A nadie le gusta la derrota. No sé cuántos de ustedes han practicado algún deporte, pero todos jugamos para ganar.
¡Qué triste salen los fans del equipo favorito de fútbol si no ganaron! Sus adversarios gritan, se burlan con sus cantos callejeros.
David vivió circunstancias similares. Escuche lo que dijo: "Mis enemigos se burlan, menean la cabeza y yo digo: ¿Dónde está mi Dios? ¿Por qué me ha pasado esto?".
¡cómo se aprovecha el diablo cuando uno pierde! Uno hizo lo mejor que podía; dio lo mejor de sus esfuerzos, sin embargo fue derrotado. La derrota es desagradable.

El final lo determina

En la Segunda Guerra Mundial arreciaba la lucha entre los ingleses y los ejércitos alemanes. Inglaterra comenzó a ser debilitada y perdía posición. Los alemanes rodearon todas las playas en los alrededores de Dunkerque. Trescientos mil soldados con sus espalda contra el canal, a pocas centenas de metros del enemigo que los rodeaba, no tenían escapatoria.
Un llamado desesperado salió a todos los dueños de lanchas, botes, todo lo que flotara. Una histórica noche, esos trescientos mil soldados, en todo tipo de lanchas y botes, fueron rescatados y volvieron a su Madre Patria. Derrotados...sí, pero agradecidos de haber podido ser uno que salvó su pellejo.
¡Una gran derrota!
Más de una vez los aliados fueron llevados aparentemente a sus rodillas, sin embargo, como dijo Jacob a Gad: "Ejército lo acometerá, mas el acometerá al final".
Meterá al final".
El ilustre Sarmiento dijo: "Los detalles de la guerra los cuenta el ganador".
La guerra siguió su curso. Inglaterra se levantó de sus rodillas. Ayudado por los demás miembros del ejército aliado y de Estados Unidos, acometieron; finalmente ganó occidente.
El ejército que se había burlado, que se había levantado con soberbia, diciendo: nosotros instalaremos un tercer milenio, un tercer orden mundial, perdió; los aliados triunfaron.
Una guerra no es juzgada por las batallas que uno perdió; una guerra es escrita por quien finalmente ganó.
Quizás diga: "Señor, yo insistí; yo ore; yo tuve fe, sin embargo fui derrotado".
Sí, la verdad y la justicia puede sufrir momentánea derrota.
De la enseñanza dejada por Gad podemos decir: "No se mide la guerra por una batalla perdida, ni por dos, mas por el final".
Dios ha hablado de tomar posesión de aquello que él nos ha dado.Tomar la tierra dada por herencia, ¿pero qué piensa usted que significa esto? Guerra...es...¡guerra! En la guerra hay muchas batallas y muchas derrotas. En la guerra hay muchas crisis, muchas lastimaduras, mucho hambre, mucha sed, muchas noches sin sueño.
Pregúntele a uno que ha estado realmente en la guerra a ver si comparte esa actitud triunfalista de aquellos que creen que ir a la guerra es como ir al almacén, tomo lo que quiero y salgo por la puerta. Pregunte a ese mismo sobreviviente de la guerra cómo, después de semanas de escuchar el bombardeo y estar escondido, atrincherado, se olvida de todas las arengas del general o del capitán que lo hacían gritar con ánimo:
-¡Vamos!, los vamos a agarrar".
-Vamos soldados, muéstrenme sus dientes.
-Gruuuu.
Escasamente una semana después dicen: ¡trágame tierra!
¿Qué pasó? Ya no le inspira escuchar el himno nacional. No, porque si se para erguido le vuelan la cabeza. No encuentra el corazón para ponerse la mano. ¡Guerra! Eso es guerra.
Gad acometerá al final. Usted acometerá al final. Y en la victoria serán olvidadas las pequeñas derrotas. Aunque haya tenido muchas derrotas, y el enemigo haya ganado un sin número de veces. Recuerde, el que gana la última batalla, gana la guerra.
Permítame recordarle lo que Pablo escribe, 2 Corintios 4:7 "Tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia sea de Dios, y no de nosotros. Estamos atribulados, en apuros, perseguidos, derribados".
¿Qué le parece? El misil llegó pero no está muerto aún.
Lea nuevamente... detenidamente:
"Atribulados en todo, pero no angustiados;
Perplejos, pero no desesperados;
Perseguidos, pero no desamparados;
Abatidos, pero no destruidos".
Perseguido por el adversario. Eso desanima a cualquiera. Mientras corre por la vida, mira hacia arriba y dice: "Dios, tú estás conmigo, ¿no?". "Sí, estoy contigo hijo". Entonces, sigue corriendo.
corriendo.
¿Esto es acaso una vida de victoria?
Recuerde, Gad acometerá al fin.

Una Actitud del corazón

Quisiera decirle lo importante que es la actitud del corazón en medio de la guerra. La actitud ante las circunstancias adversas. Decir y declarar "Dios dijo y es así", es fundamental.
Exodo 17:8-13 nos narra uno de las tantos enfrentamientos que el pueblo de Israel tuvo con sus enemigos. Arreciaba la batalla, un enemigo muy poderoso había venido contra ellos, su nombre era Amalec. La lucha estaba pareja. A veces ganaba Amalec, a veces Josué. Cuando ganaba Amalec, Moisés levantaba sus manos y la batalla se tornaba hacia Josué. Y así sucesivamente. Pero los brazos de Moisés se cansaban de estar en alto. Se cansaban de decir siempre "voy a ganar. Dios está conmigo".
Moisés sabía que si permanecía con sus brazos en alto la batalla era favorable a ellos, pero se cansaba de sostenerlas. Cuando se cansó, primeramente, trajeron una piedra para que se siente, pero igualmente aunque tenía un sólido fundamento, se cansó. Entonces aparece en la escena Aarón Y Hur, tomaron sus brazos y los sostuvieron firmemente.
Hermanos, hermanas, sostengan los brazos de sus líderes, de sus pastores. Ellos se cansan. Nos cansamos. La guerra arrecia.
Esposas sostengan los brazos de sus esposos, porque ellos también se cansan. Como sacerdotes sobre el hogar también necesitan que sus brazos sean sostenidos. Cuando la lucha es intensa muchas veces las esposas, lejos de echar agua al fuego, lo alimentan con nafta. Dicen: "Dame la solución. ¿Por qué está pasando esto?". No se dan cuenta que si aquel sacerdote del hogar baja sus brazos la guerra se torna contraria. En la guerra tenemos que sostenernos los brazos los unos a los otros. Porque en distintas circunstancias, distintas personas estarán enfrentando distintas batallas. Mientras algunos gozan de victoria, otros gustan la derrota. Mientras Moisés estaba cansado, Aarón y Hur todavía tenían fuerza. No sólo podían sostener sus propios brazos sino también los brazos de Moisés. Ambos tuvieron la gentileza de traerle una piedra. Nos dice en el N.Testamento que la roca que estaba en el desierto era Cristo.
A uno de los valientes de David la mano le quedó soldada a la empuñadura de la espada de tanto pelear. Imagine unos brazos cansados.
No es toda victoria en la vida cristiana. En la conquista de Canaan, hubo un poco de ambas cosas. A la victoria de Jericó le siguió una derrota. Si hoy se encuentra desanimado por la derrota, le-vántese, sacúda el polvo, porque "un tropezón no es una caída".
Jericó le siguió una derrota. Si hoy se encuentra desanimado por la derrota, levántese, sacúda el polvo, porque "un tropezón no es una caída".
La victoria es nuestra. Y como dice la tan conocida canción: "Dad a Dios loor, y oíganlo el averno lleno de pavor". ¿Por qué? Porque el enemigo sabe el final. Sabe que el último capítulo ya ha sido escrito. Sabe como la guerra es ganada y donde iremos triunfantes llevando la insignia de la cruz. ¡aleluya!

 

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