REVISTA RHEMA

ENTRENADOS PARA REINAR
Por Edward Miller

Todos comenzamos en esta vida como bebés. Comenzamos no sabiendo nada. Allí principia nuestro entrenamiento.
En el desarrollo de la vida del hombre hay cuatro etapas muy marcadas: en el vientre de la madre, en el desarrollo de la vida, la muerte y la resurrección.
En la vida tenemos que pasar por dificultades, pruebas, dolores y tentaciones. ¡Todo tiene un propósito!
Miremos ese maravilloso pasaje en el libro de Romanos 8:28; extremadamente positivo. Versículo que quizá muchas veces cuestionamos. «Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas ayudan a bien, esto es, a los que son llamados conforme a su propósito». Por favor, sigan leyendo..."Sabemos que a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo; a fin de que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó».
Quiero que noten el tiempo de verbo usado en esta declaración. En cuanto a Dios concierne ya fue hecho. Él obra en vidas, a través de todas las generaciones. Se está cumpliendo su propósito; y su propósito es formar en nosotros la imagen de su Hijo y llevarnos a un estado de glorificación. Ese estado de glorificación es extremadamente alto; será a su misma imagen. Aquel que es alto sobre todo nombre que es nombrado, más alto que todo principado y poderes. Para que esto sea posible, nuestras vidas estarán sometidas a un severo entrenamiento.
Segundo, quiero destacar que somos llamados. No establecemos nosotros los propósitos para nuestra vida, Dios lo hace. Somos predestinados desde antes que existiéramos; llamados y escogidos. Nuestra vida ha sido preparada cuidadosamente antes de que fuéramos formados. Dios está llevando esos propósitos a cabo, nos guste o no.

TODAS SON BUENAS!

«Por Jehová son ordenados los pasos del hombre» (Salmo 37:23). Generalmente pensamos que las cosas suceden porque sí, pero para los hijos de Dios cada cosa es planeada, las que llamamos buenas y las que llamamos malas. Nosotros las separamos en dos categorías. Para Dios no hay tal separación. El llama a todas buenas. Recordemos nuevamente aquel versículo que asevera que todas las cosas ayudan a bien a los que aman a Dios. Quizás podemos separarlas en bienvenidas y no tan bienvenidas; placenteras y no placenteras. Según Dios, todas son buenas.
Leamos lo que Lucas 12:32 nos dice: «No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino». Hemos leído este versículo y pensamos cuán maravilloso es...¡el reino! Recuerden, todo príncipe es entrenado antes de ser rey.
Hay varias escrituras que arrojan entendimiento en cuanto a lo dicho anteriormente.
2Timoteo 2:12 nos dice que, «Si sufrimos, también reinaremos con él».
Lucas 19:1126 nos narra claramente el mismo pensamiento. «Cierto hombre de noble estirpe partió a un país lejano para recibir un reino y volver. Entonces llamó a diez siervos suyos y les dio diez minas, diciéndoles: 'Negociad hasta que yo venga'. Pero sus ciudadanos le aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo: 'No queremos que éste reine sobre nosotros'. Aconteció que cuando él volvió después de haber tomado el reino, mandó llamar ante sí a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que habían negociado. Vino el primero y dijo: 'Señor, tu mina ha producido diez minas'. Y él le dijo: 'Muy bien, buen siervo; puesto que en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades'. Vino el segundo y dijo: 'Señor, tu mina ha hecho cinco minas'. También a éste le dijo: 'Tú también estarás sobre cinco ciudades'. Y vino otro y dijo: 'Señor, he aquí tu mina, la cual he guardado en un pañuelo. Porque tuve miedo de ti, que eres hombre severo, que tomas lo que no pusiste y cosechas lo que no sembraste».

¿REINAR?

Sí, el Señor nos promete reinar. Esto es algo grandioso y también dificultoso. El poder corrompe. En todo poder hay corrupción. Lo podemos ver a través de la historia. Por lo tanto, ¿cómo preservará Dios a sus escogidos de la corrupción?
Primero dejaremos establecido lo siguiente: entendimiento no es conocimiento. Se puede tener mucho conocimiento y no tener entendimiento. Entendimiento viene por experiencia, y experiencia sobre experiencia nos entrena. Somos hechos de tal manera que no podemos aprender por palabras. Podemos memorizar, tener ideas, pero ello no nos dará el verdadero concepto de lo que esas ideas son. Un hombre ciego no puede entender lo que es la luz con palabras. Un hombre sordo de nacimiento no puede entender lo que es un sonido por ningún tipo de idea o pensamiento que se plante en su cerebro. Experiencia...tenemos que tener experiencia para poder comprender. Todas esas experiencias son planeadas por Dios. Experiencias que nos entrenarán y nos capacitarán con entendimiento.
Leí no hace mucho acerca de un juez, uno de los mejores en California; un hombre íntegro y honorable, muy respetado y buscado. Éste explicaba lo siguiente: «Cuando dos partes se presentan ante mí, reconozco que hay dolor. Alguien ha sido lastimado y alguien quiere recompensa por ese dolor, pero la persona que provocó el dolor también resultará lastimada. Tengo que ser aquel que entiende ese dolor. Es por eso que Dios me permitió participar en la guerra de Vietnam. Entiendo el dolor y entiendo que no lo queremos. Lo entiendo y lo sufro aún». Este hombre fue herido en uno de los tantos enfrentamientos y como consecuencia aún sufre dolores en su cuerpo. La gente quiere ávidamente llevar su caso a la corte y ser atendido por este juez.

CORAZONES ENTENDIDOS

Para reinar sobre gente es menester que haya entendimiento de los corazones.
Cuando en Apocalipsis leemos que Juan lloró mucho porque no había nadie digno de abrir el libro y desatar sus sellos, ni en el cielo ni en la tierra, ni debajo de la tierra; uno de los ancianos le dijo que no llorara porque el León de la tribu de Judá, de la raíz de David, había vencido para abrir el libro y desatar los siete sellos. Cuando se abre el libro y se leen los juicios juicio sobre juicio, ¿quién es digno de juzgar sino Aquel que ha recibido el juicio del Padre? Aquel que conoció el extremo dolor tiene una comprensión de los corazones.
Nosotros juzgamos grandemente. Juzgamos mentalmente. Por qué digo esto, porque no hemos estado en el lugar de aquel que tan ligeramente juzgamos. No tenemos comprensión del corazón. Por lo tanto, Dios permitirá que pasemos todo tipo de pruebas, edificando en nosotros un entendimiento de los corazones. Y cuando el tiempo llegue, podremos reinar.
El príncipe que no es entrenado será un mal rey.
Cuando Dios entrena a alguien, como lo vemos en la vida de José, David o Moisés, lo hace capacitándolos para ese lugar de autoridad. Estamos en preparación para algo. Si Él no nos entrena seremos duros de corazón. Tan sólo deténganse a escuchar las críticas en la congregación, sea la iglesia que fuere, encontrarán corazones duros que juzgan de una manera mental, no con entendimiento de corazón.
Dios no nos va a cambiar por algún toque mágico de un ángel. Su Hijo, el Capitán de nuestra Salvación, fue hecho perfecto en el sufrimiento. ¿No era acaso perfecto antes? Sí lo era como Dios, pero como hombre tenía que vivir con nosotros, tenía que tener hambre, tenía que tener sed, tenía que ser herido. Y así tenemos a Uno que conoció nuestras debilidades; por lo tanto, también nosotros transitaremos por sendas oscuras que Dios ha escogido para nuestro específico entrenamiento y específicas razones que se revelarán más tarde.
José supo desde el día en que tuvo esos dos extraños sueños, joven como era, que estaba destinado para algo. Sabía que el Dios poderoso lo había llamado y escogido. No tenía ninguna idea de cómo Dios lo haría, ni tampoco Dios se lo dijo. Y tal como lo hiciera Dios con su siervo, también a nosotros nos ha dicho que reinaremos con Él, que hemos sido llamados, escogidos, justificados y glorificados.
Sabemos con certeza lo que nos espera por delante. Dios quiere que lo sepamos para que nuestra fe sea firme, seguro de que todo obra para bien.
Quizás miren el lugar donde se desarrollan sus vidas y piensen cuán sin importancia parece; a su juicio quizás tan lejos de ser la escuela que los capacitará. Piensen en esto: no importa si ese lugar es una carpintería o un gran puesto eclesiástico, el carpintero con su martillo juzga tanto como el predicador; ambos tienen la misma capacidad de dolor.

INESCAPABLE

Nuestro entrenamiento es inescapable. Nosotros no lo pedimos a Dios, y Él tampoco nos pregunta. Si lo hiciera podemos imaginar cual sería nuestra respuesta.
José, al recibir esos dos sueños, tuvo el conocimiento de lo que un día le esperaba. Bien sabemos la historia, cuando compartió esos sueños con su familia, ésta se convirtió en su enemigo. José fue rechazado por sus hermanos. No es acaso lo que Jesús dijo, que vino a los suyos y los suyos no lo recibieron. ¿A quién le gusta ser rechazado? A nadie por cierto.
Tres veces fue José traicionado: a) por sus hermanos, b) por la esposa de Potifar y c) por el copero del rey. Se dice que antes que un hombre termine su vida debe ser traicionado al menos tres veces. Jesús fue traicionado tres veces: a) por el hombre que sanó en el estanque de Betesda a partir de entonces lo buscaban para apresarlo, b) por Pedro y c) por Judas. Si no han sido traicionados, sepan que lo serán. Y si ya han conocido lo que es la traición, también sepan que no será esa la última.

CORAZONES ATRAVESADOS

Hay una escritura en Salmos 105:17,18 que dice: «José, que fue vendido como esclavo. Afligieron con grilletes sus pies, y a su cuello pusieron cadena de hierro». El hierro no solo estaba en el cuello de José, sino que atravesó su alma también. Hoy sabemos cómo terminó la historia; lástima que José no tenía los manuscritos de los últimos capítulos de su vida. Nosotros los tenemos y los leemos cómodamente en nuestros sillones. Sin embargo, hoy día, muchos de los hijos de Dios tienen en su cuello cadenas de hierro y sus corazones están atravesados por ese hierro. Recordamos una vez más la verdad que el Señor nos enseñará: «A los que a Dios aman todas las cosas ayudan a bien».
Entrenamiento.
Entrenamiento.
Entrenamiento.
José tuvo un severo entrenamiento; había razones para ese severo entrenamiento. Sería enviado a abrir un camino para la familia de Jacob y todas las tribus de Israel. Enviado para sacar a salvo y seguros de la hambruna y traerlos a Egipto para que se desarrollen como nación.
Los años pasaron...los resentimientos...los enojos...las heridas causadas por la traición ya no estaban. Él pudo mirar a la cara de sus hermanos sin venganza ni maldición.
Leí acerca de un hombre chino que dentro de la prisión ayunó por cuarenta días. Dios estaba de manera especial con él, cosas tremendas ocurrieron, éste enfermó. Llegó a estar muy mal, a tal punto que pusieron su cuerpo junto con aquellos que ya estaban muertos o casi muertos, sabiendo los médicos que no se recuperaría. Entonces algo extraordinario sucedió. Un ángel se paró junto a él, y vestido como médico, con el estetoscopio colgando de su cuello, tomó algo semejante a un tubo y sopló dentro del enfermo, y vida entró en él. La fiebre desapareció y se recuperó instantáneamente. El ángel lo tomó de la mano, lo guió a través de la puerta cerrada, lo llevó arriba hasta la oficina del médico principal y lo dejó allí. Cuando el médico escuchó impactado su testimonio, se convirtió. El ángel no lo sacó de la prisión, lo pudo haber hecho, solamente lo llevó a la oficina y lo dejó allí. Dios estaba en el asunto. Antes que él dejara la prisión mitad de ella se había convertido.
Dios dejó a José en la prisión hasta que todo el hierro que había traspasado su alma: traiciones, heridas, enojos, resentimientos, rencores ya no existían. Entonces el Señor lo sacó de ese duro lugar y lo levantó delante de sus hermanos.

GLORIFICADOS

Una de las últimas declaraciones que encontramos en el libro de Génesis es lo que José dice a sus hermanos: «Vosotros pensasteís mal contra mí, más Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo».
Oh, si pudiéramos entender y ver que Dios está en cada circunstancia de la vida.
No importa cuán lastimados o traicionados hayamos sido, Dios está en ello.
Levantemos nuestra cabeza, alabemos a Dios, regocijémonos porque Él ha tomado nuestras vidas en sus manos y ha dicho: «Yo te formaré; Yo te entrenaré; Yo te haré a mi imagen. Te pararás a través de las edades glorificado».
Dios no entrenó a José lo mismo que a David o Moisés; cada uno fue preparado para el lugar destinado.
Algunos pasos son ordenados en lugares difíciles, muy difíciles.
A Pablo le significó una cárcel; a Joni Eareckson una silla de ruedas; a Fanny Crosby, escritora de himnos famosos, la ceguera.
Sí, Dios entrenó a José para salvar a su pueblo y protegerlo hasta que llegaran a ser una nación.
Él también está entrenando a sus hijos para cumplir los designios divinos sobre ellos.

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