REVISTA
RHEMA
|
EL SEÑOR LOS
NECESITA
Por Maria A. de Miller
Como todos los años, los niños de nuestra iglesia
hicieron preparativos para su tan esperado campamento de
verano. Mochilas llenas de todo lo que se pueda
necesitar. No faltó el traje de baño, repelente para
los mosquitos ni el atuendo para su deporte favorito: el
fútbol. Tampoco faltó la Biblia y el cuaderno de
apuntes.
Los maestros también hicieron sus preparativos:
programas, clases, ideas; sobre todo, mucha, mucha
oración. ¿De que valdría todo el esfuerzo, todos los
programas, todas las ideas si Dios no aceptaba la leña
juntada, las piedras apiladas, el altar levantado y el
fuego de los cielos no descendiera como señal de que la
ofrenda le es grata?
Por las mañanas tuvimos las reuniones, y el resto del
día las actividades propias de un campamento: deportes,
recreación y fogones.
El lema fue: «Hazme oír por la mañana tu misericordia,
porque en ti he confiado. Hazme saber el camino por donde
ande» (Salmo 143:8).
CONFRONTADOS
Los dos primeros días se tomaron ejemplos, primero,
de la vida de Pablo. Éste creyendo conocer a Dios,
instruido en la Palabra, infaltable asistente a la
sinagoga, el Señor se encontró con él rumbo a Damasco,
de lo contrario su camino lo llevaba a matar a los
cristianos.
Muchos de los niños nacidos y amamantados desde
pequeñitos en la iglesia, que por asistir a las
reuniones y tener padres creyentes se creen salvos, esa
mañana fueron sacudidos por el mensaje ungido de la
maestra. Clamores se oyeron en muchos corazones.
El segundo día se habló de cómo aquel que moraba en
Jerusalén descendió a Jericó y, consecuentemente, los
ladrones le robaron e hirieron (Lucas 10:30). ¿Por qué
dejar Jerusalén? ¿Por qué descender a Jericó?
Nuevamente fueron confrontados con la verdad aquellos que
un día habían entregado su vida a Dios, más hoy sus
caminos estaban lejos del Señor o tomaron atajos
extraños. El Espíritu una vez más trajo luz a sus
corazones. ¡Qué privilegio...LUZ! Qué favor de los
cielos hacia el hombre.
Dios se estaba encargando de hablar a los niños un
lenguaje claro y contundente. Acabamos la reunión con un
sentir profundo de que Dios estaba visitando una vez más
a nuestros niños.
UN MENSAJE
Llegó el momento de dejar el salón de reunión y
bajar a comer. Vimos que uno de los niños no cesaba de
hablar en lenguas; así que algunos quedamos junto a él.
Estaba hablando en perfecto francés. Vez tras vez
repetía lo mismo. Había algo que él Señor quería
compartir con nosotros. Él estaba usando un vulnerable y
frágil vaso: un niño. El mensaje era este: «Es el día
de Francia. Francia, Francia, Francia, es buen día para
ti. Volveos, volveos, volveos a la bondad de Dios.
Volveos, volveos a Dios».
Si conoces algo de Francia, sabes que sólo la gracia de
Dios puede ablandar esa tierra dura. ¿Podía ser Dios
trayendo tal mensaje de esperanza a una nación que le ha
dado las espaldas? ¿Por qué tal mensaje en boca de un
niño? Sí...Dios estaba declarando su buena voluntad a
una nación postergada a la visitación de Dios.
Esperamos y esperamos, pero Gastón - el mismo al que el
campamento pasado Dios le compartió revelaciones acerca
de los cielos- no dejaba de repetir lo mismo. Finalmente,
luego de mucho tiempo, en voz baja, le dije al
intérprete: «¿Pregúntale en francés si desea bajar y
comer?». Cuando se le preguntó, Gastón contestó en la
misma lengua: «Sí, tengo mucho hambre...de GRACIA».
Por supuesto, él no sabe hablar francés. Le llevó un
tiempo más hasta que pudo hablar nuevamente en
castellano e integrarse al resto de los niños y
actividades de ese día.
La próxima mañana, en la reunión, la maestra se
refirió al pasaje de Lucas 19:30,31 «Id a la aldea de
enfrente, y al entrar en ella hallaréis un pollino
atado, en el cual ningún hombre ha montado jamás;
desatadlo, y traedlo. Y si alguien os preguntare: ¿Por
qué lo desatáis? le responderéis así: Porque el
Señor lo necesita». ¡Qué mañana de libertad! Los
niños cuyos corazones habían conocido la limpieza,
restauración y perdón, declaraban acerca del poder de
Dios. Sus bocas anunciaban a viva voz: "¡El puede!;
¡Dios puede!" Algunos cayeron bajo el poder;
otros... sus caritas estaban bañadas con lágrimas;
otros...con gran gozo no cesaban de repetir lo mismo:
"¡Dios puede! ¡Dios puede!». ¡Qué santo
alboroto!
Y nosotros: adultos, maestros, ayudas, creímos que Dios
esos días ponía sus ojos en nuestra humilde aldea y
decía por su Espíritu: «¡Desatad esos pollinos, Yo
los necesito!» Creímos que el Señor pondría su manto
sobre ellos y sería proclamado rey sobre sus vidas.
Veinte siglos han transcurrido desde que Jesús entrara a
Jerusalén montado sobre aquel pollino de asna. Hoy...Él
también esta buscando pollinos para entrar en otras
Jerusalenes. Ciudades cercanas y distantes. Naciones
donde la cosecha del evangelio es abundante y donde las
tierras aún son estériles. Sí, los niños esa mañana
efervescentemente declaraban lo que sus corazones
creían, que Dios era ¡muy, muy poderoso! Cuando ves a
niños cerrados abrir sus corazones sin inhibiciones;
niños tímidos caer bajo el poder de Dios y declarar a
viva voz lo que creen, entonces sabes con certeza que
aquello de lo cual estás siendo testigo no es obra de la
emoción ni del ambiente, sino...algo divino.
MAS MENSAJES
Nuevamente llegó la hora de retirarnos. Los niños y
adultos bajaron a comer. Como una de esas adolescentes
tímidas de la que hablaba anteriormente todavía
permanecía bajo el poder, quedamos junto a ella la
maestra y yo; quizá pronto se levantaría. Pasaron los
minutos y la hora también, y ella no cesaba de repetir:
«Dios puede; Dios puede». Sus brazos permanecieron en
alto todo el tiempo. Quisimos saber si era consciente de
lo que la rodeaba o pasaba, así que le preguntamos qué
sentía. Nos dijo que sus piernas estaban dormidas, sus
brazos no los sentía y no los podía bajar, y que por
más que quería abrir sus ojos tampoco podía. Nos dijo
también que era muy hermoso lo que estaba
experimentando.
Dejamos a Florencia envuelta en ese sentir y esperamos.
Si el Señor no tenía apuro, nosotros tampoco.
Fuimos seis los testigos en aquel amplio salón, ahora
vacío. En un rincón, con gran esfuerzo, Mauro de 12
años trataba de ponerse los zapatos. La maestra le
preguntó qué le sucedía. Llorando dijo: «¡Me
perdonó!; ¡Él me perdonó! Muchas veces había orado y
pedido a Jesús que me perdone, hoy sé que Él me
perdonó». El fue uno de los que había caído bajo el
poder y que aún no había recuperado el total sentir en
sus piernas. Otros dos testigos observaban quieta y
reverentemente. Uno era Gastón y la otra la hermana de
la niña que no cesaba de decir: Dios puede. Llamamos a
ambos al centro del salón, a pocos metros de donde
estaba Florencia. En voz baja le pregunté a Gastón si
me quería contar lo que le había sucedido el día
anterior. Él dijo que no entendía lo que hablaba, sólo
lo que Dios le dijo a él, que iría a Francia. Gastón
vio a los franceses sufriendo; esto le causaba gran
dolor. También Dios le dijo que haría una obra entre
los niños de aquel país, y que éstos testificarían a
sus padres. Vio como otros, antes que él, tendrían
parte de la obra de Dios allí y, también, como otros
seguirían luego esa obra. Vio que niños que estaban en
ese campamento serían enviados a esa nación y a otras
también. Gastón bajando su cabeza me dijo: ¡Tengo
miedo! Por cierto, ¿cómo un niño de 11 años podía
asimilar todo esto? Hablamos al respecto en cuanto a
cómo Dios nos prepara cuando nos envía, y oramos
juntos.
No pasó mucho tiempo que Florencia comenzó a decir en
alta voz: «Gastón, no temas, no temas. Dios puede. El
te va a usar, te ha escogido para ser un instrumento para
Él. Dios nos quiere para Él, para usarnos. Él nos ama.
Él tiene doble porción para todos hasta que rebalse».
Ahora Gastón no sólo había escuchado las palabras de
Dios a su propio corazón, pero alguien, externo a él,
lejos de la conversación que habíamos mantenido, sin
conocimiento de lo que había sucedido el día anterior,
incapaz de saber quiénes estábamos en el salón,
confirmaba una vez más lo que Dios le había hablado.
Gastón rompió en un profundo llanto.
La reservada Florencia que conocimos, ahora sin temores y
dudas, anunciaba otras cosas que el Señor también
haría. Días después, hablando con los padres de ella,
me dijeron: «Tenemos tres hijos adolescentes
transformados luego de este campamento. Antes nos
reuníamos por las noches y querían que yo les
compartiera una historia y orara - comentó su padre.
Ahora no ven la hora de orar ellos, compartir lo que
sienten, pasar tiempo delante del Señor».
SEPARADOS
Cuantos testimonios más podrían escribirse. Cómo no
agradecer infinitamente a nuestro Señor que otra vez
visitó los niños y adolescentes.
Este es un tiempo donde desde muy temprana edad los
niños son acosados por el mundo, a través de la
educación en las escuelas, la televisión, las revistas,
la música, dejando en ellos su marca. Dios también
soberanamente desde pequeños está separándolos y
marcándolos para su reino y obra.
No te extrañe escuchar cómo Dios obra y obrará entre
los niños; escucharás aún mucho más. Dios ha enviando
a su Espíritu por las aldeas de la Tierra a buscar y
desatar pollinos para ser los portadores de la vida de
Dios.
REGRESAR
AL INDICE RHEMA
|