REVISTA RHEMA

EL DON DE HOSPITALIDAD

El don de hospitalidad es una gracia dada por Dios a los seres humanos. Desafortunadamente, ha sido menospreciada dado el ritmo vertiginoso de nuestra cultura actual. Este don necesita de tiempo y de entrega emocional, y muy a menudo la gente no está dispuesta para hacer semejante sacrificio.

Con frecuencia, se la confunde con la capacidad para entretener. Pero se trata de dos conceptos en extremo disímiles; como Katherine Mains lo destaca en su libro «Corazón Abierto» «Hogar Abierto». El entretenimiento es un ejercicio que muchas veces se utiliza para lisonjear a invitados y anfitriones para mostrar las virtudes de una bella casa, mesas elegantemente decoradas y cenas muy elaboradas.

Sirve tanto para pagar un favor como para pedirlo. Por otra parte, la hospitalidad es la gracia de entregarse a los demás. No se trata de un sentimiento egoísta. Más bien, intenta concentrarse en la voluntad ajena, complacer la necesidad de alguien que jamás podrá devolvernos el favor.

En la Biblia encontramos alusión a que Jesús es el modelo perfecto.

Por un tiempo el esposo de Katherine Mains fue pastor en una iglesia humilde de Chicago. Cathy no sólo escribió artículos sobre la hospitalidad, sino que la puso en práctica. Aún continúa haciéndolo. Su ministerio de hospitalidad se ha enfocado hacia personas que frecuentemente no están en condiciones de corresponderla. Ella escribe: «Durante diez años mi esposo y yo vivimos en lugares humildes de Chicago o en sus cercanías. Hemos involucrado nuestras vidas con las necesidades y dificultades de sus habitantes. El ministerio de Jesucristo en esta sociedad, empobrecida, cautiva y ciega, debe ser parte de nuestro compromiso.

En un sentido muy amplio, y a través de esta gracia fue que los esposos Mains han servido. Más allá de egoísmo alguno, han abierto las puertas de su casa y han dispensado en el amor el mensaje de Jesús a los que más de su atención y cuidado necesitaban.

«...Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados. Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones. Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.» (1Pedro 4:8-10).

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