REVISTA RHEMA

SEMBRANDO EN LA COSECHA
Por John C. Miller

 

Una tarde estaba recorriendo y mostrando la Quinta a un grupo de profesionales cristianos. Los que no la conocen se preguntarán qué es «la Quinta». Un predio muy amplio que el Señor concedió a nuestra iglesia. Allí gozamos de infinidades de campamentos y conferencias. No sólo nosotros, sino también hermanos de otras denominaciones. Allí tienen retiros especiales mujeres y hombres, jóvenes y niños que apartan días para buscar a Dios. Hoy, la Quinta es un lugar confortable, elogiado y disfrutado. No siempre fue así. Dieciséis años atrás había campo...tierras inhabitadas...restos de viejas e inservibles edificaciones. Pero también hubo pioneros que tuvieron una visión; vislumbraron el futuro que hoy gozamos. A mí me tocó la última parte de la transformación, así que entiendo un poco lo que es sembrar, plantar y gozar los resultados.
«Cuando Jehová tu Dios te haya introducido en la tierra que juró a tus padres, Abraham, Isaac y Jacob que te daría, tierras grandes y buenas que tú no edificaste, casas llenas de todo bien que tú no llenaste, cisternas cavadas que tú no cavaste, viñas y olivares que no plantaste, y luego que comas y te sacies. Cuídate de no olvidarte de Jehová que te sacó de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre» (Deuteronomio 6:10).
¿Qué quiero decir?...¿Adónde quiero apuntar?
Hoy en nuestro país, como en otros, se goza de un tiempo de apertura espiritual; tiempo de expansión; tiempo de desarrollo; tiempo de frutos, poder recogerlos y gozarlos. ¡Una cosecha abundante!
Sería falto en olvidar que hubo aquellos que plantaron lo que hoy cosechamos. Hubo aquellos que cuando no se vislumbraba nada tuvieron la visión de cavar y sembrar.

VISIONARIOS

«Cuando te haya introducido en la tierra que juré a tus padres, Abraham, Isaac y Jacob». Padres que tuvieron la VISIÓN. Ellos recibieron el juramento; recibieron la promesa.
Hoy día somos testigos de aquellas cosas por las cuales estos pioneros bregaron en el pasado. Una de ellas es la ALABANZA. Hoy, Dios está usando vidas talentosas y ungidas en la música para llevar este ministerio a las naciones, el cual es ampliamente recibido.
No puedo olvidar cuando en los años 60 pioneros de Dios compartían este mensaje con la Iglesia; sin embargo eran rechazados y burlados. Hasta los altos líderes se mofaban. A pesar de todo, estos visionarios siguieron anunciando y llevando eso tan precioso a lo cual la iglesia podía tener acceso.
Luego, corrieron los años. Ya a fines de la década del 60 y comienzo del 70, el Señor trajo un renovación en las iglesias tradicionales; recibieron el Espíritu Santo, levantaron sus manos y gozaron de una incipiente alabanza.
En todo el mundo ya escuchamos en cuanto a ella. Finalmente, la planta está llena de fruto.
Sí, no puedo dejar de mirar retrospectivamente, de no hacerlo, sería olvidar que Dios hizo pactos y juramento con nuestros padres espirituales.


ARREPENTIMIENTO

Estos también pregonaron y establecieron como una piedra fundamental el ARREPENTIMIENTO Ir delante de Dios una y otra vez, trayendo esta naturaleza de pecado ante Aquel que podía transformarla. Pero también....cuánta lucha....cuánta oposición...cuánta crítica; y no faltó que se tildaran de «llorones» a los que bregaban por tan preciosa verdad.
Los líderes, supuestamente conocedores de la Palabra, decían: «El arrepentimiento es una sola vez, cuando uno se convierte». Quienes habían entendido lo que el arrepentimiento significaba en el léxico cristiano, lo abrazaron y lo experimentaron una y otra vez.
El apóstol Pablo no tuvo conflicto al respecto. Quien no ha leído aquel pasaje donde declara: quién me librará de esta naturaleza de pecado. Pero en esos tiempos sí había conflicto, los líderes se cuestionaban: ¿por qué volver a la cruz vez tras vez?
No hace mucho leí como el Señor, a principio de esta década, le dijo al pastor Cho, de Corea: «Yo voy a traer un nuevo mover en todo Estados Unidos, y brotará en todos lados». El Señor le indicó que ponga su dedo en el mapa de aquella nación. Así lo hizo. Cuando lo levantó, la ciudad que apuntaba era Pensacola.
Quizá, a esta altura, ya haya escuchado o leído en cuanto a lo que Dios está haciendo en ese lugar, y cómo ese mismo mover está llegando a otros lugares.
Arrepentimiento...Sí, arrepentimiento.
La gente va al altar con convicción y clamores; conversos e inconversos; nuevos y creyentes de años.
La convicción de Dios los abraza y su poder desciende para hacer una obra de santificación. Cientos y cientos viajan de lugares distantes para ser parte de lo que Dios está haciendo.
Hoy no hay resistencia. Tuve la oportunidad de estar allí. Escuché un mensaje de arrepentimiento muy fuerte, muy directo, muy frontal. Me gocé; me goce grandemente. ¡La iglesia lo necesita!
Un pastor en Houston, Texas, compartió lo que Dios le habló. «Busca mi rostro», fue la orden de Dios. «Pero, Señor, si estamos buscando tu rostro», fue su respuesta. El Señor claramente contestó: «Están buscando mi mano mi obrar. ¡Busquen mi rostro!» Este pastor comenzó a buscar a Dios. Él no estaba muy abierto al poder ni a las manifestaciones. Un día estaba detrás del púlpito de acrílico, un golpe del poder de Dios vino tan fuerte sobre él que lo tiró sobre el púlpito, lo rompió y fue a parar a varios metros de la plataforma. Este pastor quedó paralizado bajo el poder; allí Dios empezó a hablarle y a hacer una obra en su corazón.
Cuando la fábrica recibió el anuncio que el púlpito se había roto, la respuesta de los fabricantes fue: ¡imposible! El púlpito fue hecho de una sola pieza, y para romperlo hacen falta muchos kilos de presión por cm2 por lo tanto, le dieron otro gratis.
Allí brotó un avivamiento. Escucharemos de muchos, muchos lugares más.
Arrepentimiento ya no es una
palabra que causa escozor.

«Viñas que no plantaste; cisternas que no cavaste». Alguien cavó esas cisternas. Alguien fue ante Dios, hasta que Dios juró, como juró a Abraham: «Yo te daré esta tierra». Varones de Dios que pagaron el precio y vieron el avivamiento de Dios en su país o en el mundo.
Ciudades edificadas. Casas que están llenas. Cisternas repletas de agua. Olivares cubiertos y viñas llenas de fruto. Mosto, que simboliza el gozo; olivares, que habla del aceite de la unción del Espíritu. ¡Qué tiempo nos toca vivir! Por eso el Espíritu de Dios nos llama a salir, a expandir, a disfrutar aquello por lo cual se pagó un precio.
Qué terrible sería no cosechar las viñas y olivares. No creo que haya nada peor que una casa edificada ...abandonada; o una cisterna llena de agua fresca...que nadie beba de ella.
No sólo es tiempo de disfrutar de todo esto, pero también de invitar a otros para que lo disfruten.
¡Ve y posee la tierra!, es la orden dada por Dios. Pero no olvide: cuando disfrute de la unción...cuando ve a Dios mover.....cuando Dios lo respalde, recuerde: Ud. no plantó.
Por favor, tampoco olvide de dónde salió, y quién lo sacó. Era un prisionero en Egipto. Dios vino y lo libró; lo lavó y limpió, una y otra vez.

EL FUTURO

Hace tiempo que pesa en mi corazón esto: ¿Qué será de la próxima generación?
¿Quién plantará para que ellos recojan el fruto?
¿Quién cavará para que la tierra produzca?
¿Quién abrirá fuentes que contendrán aguas?
¿Quién va a hacer lo que otros hicieron por Ud.?
Sí, hoy está disfrutando de la cosecha, pero en medio de esto: ¡sepa!, ¡sepa!, ¡sepa!, las viñas se van a secar; las aguas van a mermar.
Quizás diga: «Me preocuparé entonces».
No, por favor. ¡No! Si quiere una viña dentro de diez años, tiene que empezar AHORA. Si quiere tener fruto, tiene que plantar HOY.
¿Quiere viñas? Plante.
¿Quiere pozos de aguas? Cave.

TIERRAS ESTERILES

No es ésta mi única carga...le compartiré otra. ¿Me deja?
Hablamos de una gran cosecha. Lugares y países donde el fruto es abundante. Pero ¿qué de las tierras que hoy no tienen viñas? ¿Naciones y ciudades que no tienen agua? Desierto. Esterilidad. No hay aceite ni mosto. ¿Quién plantará? ¿Quién cavará para ellos?
Tal vez diga: «¡Yo iré!»
Déjeme hacerle algunas preguntas; quizás lo ayuden.
¿Tiene una pala?...¿Tiene un pico? ¿Tiene un balde? No se
puede cavar sin pala. No se puede atravesar la dura tierra sin pico.
Quizá me diga: «Tengo una hoz. La estoy usando efectivamente para la cosecha».
Sí, la hoz es un excelente instrumento para la cosecha, pero no sirve para cavar. Y si no me cree, pregúntele a los hermanos que están en España o Francia. Pregunte a los que están en países donde el agua escasea.
Quiero que sepa que si Ud. quiere cavar para futuras generaciones, si quiere ser usado por Dios en otros países, es tiempo que empiece a buscar a Dios como nunca antes; paralelamente a todo lo que esté haciendo como servicio a Dios, hoy.
No confunda cosecha con cavar y sembrar.
Cuando cosecha disfruta de la labor de otros. Otros que rindieron; otros que se sometieron; otros que dijeron sí a las demandas de Dios; otros que dejaron que el fuego de Dios queme profundo en sus almas.
Sí...hay tierras donde es necesario cavar. Tierras donde se les habla de cosecha y suena a utopía; donde se tienen talleres y se les enseña una cantidad de métodos a seguir que para ellos son ineficaces. Sabe, esas tierras, primeramente necesitan de aquellos que caven y rieguen la tierra dura con muchas, muchas lágrimas. Cuando Isaías se acercó a Dios, su fuego vino y lo tocó. Ante tal visión dijo: «¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos» (Isaías 6:5).
Quiero recordarle que este hombre era un profeta; ejercía el don de profecía. Era una persona destacada y reconocida en el reino de esos días. Sin embargo, ese varón necesitaba que el fuego divino queme en lo profundo de su corazón.
Quizá pueda estar trabajando en la iglesia y cosechando para el Señor, sin embargo sus labios ser inmundos. Tiene un lindo don y está haciendo cosas para la obra, sin embargo no ha sido tocado por el fuego de Dios.
El profeta sigue diciendo que se acercó a él un serafín llevando en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas, tocó con él su labios; he aquí que fue quitada su culpa y limpio su pecado. Luego oyó la voz del Señor que decía: «¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?»
Entonces, Isaías respondió: «Heme aquí. Envíame a mí».
Un hombre con una visión. Un hombre con una esperanza. Un hombre con una pala. Un hombre con una cuchara. Un hombre con una plomada. Un hombre fortalecido por el Espíritu.
¿Recuerda lo que Dios le dijo? «Anda y dí: oíd bien y no entendáis; ved por cierto más no comprendáis...». Hace falta un hombre de Dios para ir y proclamar el mensaje que Dios le dé. Hace falta un hombre de Dios que dirá: «ésta será casa de Dios»; «éste será un lugar de refrigerio para el mundo»; «éste será un lugar donde el Espíritu de Dios more». Pero para ello necesita las fuerzas, la fe, la esperanza contra esperanza que tuvo Abraham.
El mundo necesita hombres de fe, hombres de lucha, hombres de integridad, hombres de oración, hombres de intercesión. Porque si no los hay, no habrá cosecha. Porque para que haya cosecha tiene que haber quien cave y plante.

 

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