LA LLAMA ARDIENTE

INTRODUCCION

 

¿Qué ha sucedido en Argentina desde el tiempo del avivamiento de Tommy Hicks en Buenos Aires? Ésta es la pregunta formulada por muchos que han leído la historia del avivamiento narrada en «Tu Dios Reina». El escrito La Llama Ardiente, es mi respuesta a esa pregunta; por medio de él busco compartir las continuas y gloriosas operaciones de su gracia y misericordia derramadas copiosamente sobre esta tierra tan austral, desde 1954 a 1968.

¿Es por accidente o por designio divino que la zona más austral de Argentina se denomina Tierra del Fuego?

Las llamas del fuego divino arden; no pueden ser apagadas ni lo serán jamás. A veces altas, ardiendo vorazmente; otras, como si estuvieran limitadas y confinadas, ardiendo aisladamente. No obstante, dónde y cuándo quiera que este fuego arda, sea entre bordes restrictivos o en ilimitada libertad, el fuego que Dios enciende nunca será apagado.

Es nuestro deseo mostrar en este escrito el diseño y los propósitos de Dios con el fuego de su presencia en la tierra de Argentina -fuego que debería ser una experiencia diaria en cada vida y en cada iglesia. Desde que Dios comenzó a derramar su fuego sobre esta nación, no ha pasado un día sin que no se haya manifestado en preciosas operaciones de su gracia. En esta tierra, Dios ha estado construyendo o estableciendo una iglesia surgida del avivamiento -una iglesia en la que los mismos principios, establecidos por el Espíritu Santo para la primera iglesia, se mantienen.

Lo sucedido en Argentina no es presentado como un plan para ser seguido por otros en otros lugares, es, simplemente, la narración del camino trazado por Dios para nosotros aquí. Este modelo o plan que fue revelado por Dios mientras esperaba delante de su presencia en el monte, fue su designio para este país y para ese tiempo. Y aunque La Llama Ardiente no se presente como un libro de texto para ser seguido en otro lugar, los principios de Dios nunca cambian. Éstos son siempre los mismos, aunque su obrar o manifestación revistan formas distintas.

En la Iglesia, Dios desea funcionar como cabeza de una manera muy práctica y, así también, asumir la guía y el liderazgo mediante la Palabra y los dones.

En la Iglesia, Dios desea que el arrepentimiento sea un estado antes que un suceso o una experiencia aislada, y que haya libre expresión del mismo, ya sea en forma de contrición o de confesión pública, si el Espíritu así lo desea.

En la Iglesia, Dios ordena que el desarrollo de los frutos del Espíritu vayan parejos con la manifestación de los dones del Espíritu -que haya transformaciones plenas en las vidas.

En la Iglesia, Dios desea proveer financieramente a través de la fe y la oración antes que por operación de métodos humanos, programas y pedidos.

En la Iglesia, Dios desea la libre y plena expresión de la alabanza y la adoración en sus diversas fases. Desea que el Espíritu de profecía descanse sobre el pueblo (pues el testimonio de Jesús es el espíritu de profecía), y que el ministerio se mueva en un plano profético. Él demanda tiempo para trabajar, y no ser apremiado para efectuar su obra en una hora. Desea que su Iglesia espere en Él -que pase mucho tiempo en su presencia.

En la Iglesia, Dios enseña a los suyos a moverse en su presencia mediante la adoración y la alabanza, con continua limpieza de corazones, a fin de que, tanto una como la otra no se conviertan en vacía religiosidad. Esta frescura de la manifestación de su presencia, sólo puede mantenerse mediante un operar del Espíritu Santo en intercesión.

Ahora, mientras compartimos la historia del mover de Dios en Argentina, lo hacemos orando para que su fe sea inspirada y su confianza renovada en Aquel que es Fuego Consumidor -Aquel que anhela que el fuego de su presencia arda en los corazones de cada uno de aquellos que forman su Iglesia en la tierra. La historia se comparte con la oración de que Dios vuelva a encender la llama ardiente en intensidades aún mayores.

Dios desea que sus ministros sean llamas de fuego, pues sólo aquellos que han sido inflamados por el poder de su fuego, pueden ser de positiva influencia en su Reino. Sólo cuando el amor, la unción, la compasión y la vida entera son encendidas por Dios, puede haber un verdadero fruto espiritual.

El Espíritu Santo es la llama que enciende el amor, convirtiéndolo en pasión que consume la carne y lo carnal. Así como el sol es la llama que trae vida, luz, fuego y poder a nuestro mundo, así el Santo Espíritu es la llama divina que aviva y enciende el fuego en los corazones de sus ministros, trayendo a los mismos vida, luz, fuego y poder.

A los bosques del Sur dijo el Señor a través del profeta Ezequiel: «He aquí Yo enciendo en ti fuego, el cual consumirá en ti todo árbol verde y todo árbol seco, y no se apagará la llama de fuego; serán quemados en ella todos los rostros, desde el Sur hasta el Norte. Y toda carne verá que Yo, el Señor, lo he encendido y no será apagada».

Hay una luz gloriosa en las antorchas que la luz y gloria de la llama divina ha encendido, y que, ahora, arde como una llama eterna. En Argentina, hemos visto antorchas, plantío viviente del Señor, en llamas. Hemos visto vidas inflamadas por el Espíritu Santo y el fuego devorador consumir la escoria. Queremos contar la historia de algunas de estas antorchas ardientes, antorchas humanas encendidas por Dios.

«La Llama Ardiente» añade algunos capítulos a los incontables y aún inconclusas páginas que constituyen el libro de los hechos del Espíritu Santo a través de sus siervos y de su Iglesia en todos los tiempos. Nos habla de los hechos gloriosos que tuvieron lugar en Argentina, pero no son los capítulos finales en el libro de los avivamientos de Dios, pues el Espíritu Santo ha continuado moviendo y operando en esta tierra desde 1968 hasta ahora.

R. Edward Miller

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