LA LLAMA ARDIENTE

CAPITULO 5

TUS PEQUEÑOS

 

«Doctora, ¿por qué no se lleva al niño a su casa?» Las palabras penetraron como agudas saetas en el corazón de Nelly.

«¿Por qué debería llevarlo a mi casa?», pensó. «¿Qué responsabilidad tengo sobre él? ¿Por qué debería estar preocupada por llevarme un niño que otros desechan?» Su mente volvió a la sala del hospital en donde yacía el niño, un rubio de ojos azules y piel blanca, de ocho meses de edad. «¿Por qué su madre no lo deseaba? ¿Cómo pudo abandonarlo en el hospital? «Se necesita alguien que provea un hogar para él», pensó, «pero ¿Por qué lo tengo que llevar yo? ¿Por qué debería cercenar mi libertad, mis propios derechos personales y planes futuros?» Pero las palabras proferidas por su asistente continuaban cortando como puntas de lanzas y golpeando como un martillo una y otra vez en su mente: «Doctora, ¿Por qué no se lleva el niño a su casa?»

A pesar de que Nélida Raheb, una dentista cristiana, había estado trabajando en el Hospital de Mar del Plata durante varios meses y conocía el problema de los niños sin hogar, nunca se le había ocurrido seriamente que ella podría ser la solución a ese problema hasta que su asistente se lo sugirió.

Por muchos días la joven odontóloga luchó con muchas preguntas punzantes: «¿Deseo llevarme el huerfanito a mi casa? ¿Deseo suprimir mis derechos a fin de cuidar de él? ¿Qué pasa con mi llamado al ministerio? ¿No sería mi lugar el evangelizar? ¿Cómo puedo criar un niño abandonado? Cada pequeño tiene derecho a un hogar y familia que lo ame, pero ¿no es mi primer responsabilidad predicar el evangelio de Jesucristo, salvar almas? Incapaz de desenredar la confusión de enmarañadas hebras elaboradas por sus propios razonamientos, finalmente acudió a Dios como consejero, ascendiendo a la Montaña de Oración sola, dejando todas sus preguntas a Él. Aún allí, trató de argüir y razonar, y finalmente, llorando con desesperación, exclamó: «De acuerdo, Señor, tú me has hablado. Dime lo que debo hacer». Mientras esperaba en su presencia, Dios comenzó a abrir Escrituras que antes nunca había visto. Ellas hablaban de «tus pequeños que no pueden discernir entre su derecha y su izquierda» y «aquellos que no tienen noción del bien y del mal». Poco a poco comenzó a entender que Dios quería que aceptara al niño. Pero como Jacob, ella luchaba en su corazón. Sólo después de horas de contienda, finalmente cedió y aceptó la responsabilidad.

Anunciando su decisión al equipo del hospital, se sintió desilusionada cuando descubrió que el niño ya había sido adoptado por otro doctor justo unas pocas horas antes.

Con gran desconsuelo, todavía sorprendida, desechó la experiencia de su corazón, pensando en lo que Dios deseaba decirle a través de todo esto. Finalmente, concluyó: «Bueno, él es nada más que uno de los muchos abandonados en los hospitales. ¿Por qué debería estar preocupada? ¿Qué puede hacer una sola persona para ayudar ante esta tremenda necesidad?» Con esta auto-defensa, suavemente eliminó el problema de su corazón, de alguna manera consolada por el pensamiento de que el niño no sería suyo.

 

LOS NIÑOS

 

El trabajo pastoral pionero de la pequeña localidad de La Dulce era muy difícil para Nélida -a quien afectivamente llamamos «Nelly»-, y para mantenerse espiritualmente a flote, le fue necesario buscar al Señor diligentemente en ayuno y oración. Una mañana temprano mientras esperaba en su presencia, como era su costumbre, el Espíritu Santo trajo a su corazón el versículo 19 del segundo capítulo de Lamentaciones: «Levántate, da voces en la noche, al comenzar las vigilias; derrama como agua tu corazón ante la presencia del Señor, alza tus manos a Él, implorando por la vida de tus pequeñitos, que desfallecen de hambre en las entradas de todas las calles».

¿Qué podía significar esta Escritura? Debería ella interceder por los niños de La Dulce? ¿Consideraba Dios que ella era una feligresa adulta mientras los pequeños morían de hambre? Sin comprender, pero en obediencia al mandato de la Escritura, elevó sus manos en oración y vertió su corazón en intercesión, diciendo a Él: «Señor, dame mis pequeños que están pereciendo». A pesar de llevar la carga de oración por muchos días hasta que sintió que Dios había escuchado, aún siguió inquiriendo: ¿Quiénes son estos niños a los cuales Dios considera míos? ¿Significa esto que los niños en Argentina actualmente se están muriendo de hambre en las calles? ¿Dónde están esos niños?

Después de muchas semanas, Nelly comprendió dónde vivían algunos de ellos: en chozas de barro con techo de paja; en chozas hechas con cualquier resto de material disponible; en plazas públicas; en hospitales. Un grupo de tres pequeños estaban abandonados en una casa vacía por familiares que, en estado de ebriedad, los habían dejado sin comida. Otros habían sido tirados en cualquier lugar. Algunos vivían de una magra dieta de pan y vino y eran golpeados cruelmente por sus padres. Muchos eran huérfanos debido a enfermedad, muerte y pecado. Un niño encontró hogar en un asilo mental en donde había sido internada su madre. Siendo normal al entrar, luego comenzó a imitar a los dementes que lo rodeaban. Los llantos de estos pequeños, despreciados y abandonados ascendió al trono de Dios y su corazón fue movido con compasión al ver las necesidades de los pequeños rechazados, sin amor y sin familia. Mientras Nelly continuaba buscando su rostro en oración, el Señor cargó su corazón con las necesidades de éstos. Cerca de Él, ella oyó una voz diciendo: «¿Quién irá por nosotros a rescatarlos?» Ahora, ella entendía claramente lo que Dios deseaba decirle.

 

 

CONFIRMACIÓN

 

Sin saberlo Nelly, dos años atrás, cuando Dios nos dio los planos para el trabajo que debía llevarse acabo en Peniel, también nos habló de un Hogar de Niños. Aún cuando estábamos orando e intercediendo por el cumplimiento de su palabra, Él ya estaba poniendo una carga en el corazón de Nelly para llegar a compartir con nosotros ese trabajo.

Un día, cuando ésta estaba en Mar del Plata de visita, yo compartía con varios obreros la carga en cuanto al Hogar, pues estaba convencido que el tiempo de Dios para construirlo ya había llegado.

Mientras hablábamos, Nelly comenzó a sonreír, más tarde, al pasar, remarcó: «Creo que el Señor me permitirá compartir con Uds. esta nueva tarea». Luego, casi reticentemente, contó lo pactado con Dios en el hospital de Mar del Plata y en La Dulce. Meses después, Nelly descubrió que el trabajo a favor de los niños abandonados y huérfanos estaba dentro del plan de Dios para nosotros en Peniel y ella estaba llamada a tener parte en el mismo.

La idea de comenzar tal trabajo, presentó muchos problemas. ¿De dónde vendrían los medios para provisiones adicionales y edificios? ¿Cómo haríamos los contactos con los pequeños necesitados? ¿Dónde estaba el personal encargado de cuidarlos? ¿Sería Nelly capaz de administrar semejante Hogar? Ella mostró poca inclinación para tal trabajo y poca comprensión o tolerancia hacia los niños. ¿Sería suficiente? Y, por otro lado, nosotros nunca antes habíamos tenido una experiencia de este tipo. Pero como Nelly sintió que Dios requería de ella que aceptara esta nueva responsabilidad como directora del Hogar, y como supimos que Dios nos había hablado, nos unimos en oración.

Los Pinares, un hogar para niños indeseados y abandonados, fue edificado en obediencia a las demandas del Maestro.

Preguntando al Maestro como sería sostenido este orfanato, Nelly presentó un vellón al Señor en oración: si dentro de un mes ella recibía una donación de mil pesos, destinados exclusivamente al trabajo con los niños, lo aceptaría como señal de que el mismo sería sostenido por fe. El día 28 de ese mes, ahora, convencida, de que el Señor no cumpliría con esa condición, Nelly nos confesó su pacto, alegremente confiada de que ya era demasiado tarde para que el Señor hiciera algo.

Al día siguiente vino una amiga a visitarnos. Habiendo oído de nuestro deseo de comenzar a trabajar con los niños, ésta dio a Nelly un sobre conteniendo exactamente mil pesos. De esta manera Dios confirmó que el orfanato debería operar sobre los mismos principios de fe en la fidelidad de Dios, igual que el Instituto. Provisiones y edificación vendrían del mismo modo que para Peniel, en contestación a insistentes plegarias.

 

 

DÉJALOS VENIR

 

Abandonado en una triste sala de guardia del hospital, yacía otro pequeño. A diferencia del primero que Nelly había visto allí, Carlos era un contraste: de piel trigeña, rasgos no muy agradables, cabello oscuro y ojos negros llenos de miedo. Casi muriendo de hambre y resentido, cruelmente flagelado y odiado por sus padres, había sido llevado al hospital y allí abandonado. Los doctores y enfermeras sintiendo lástima por él, le habían devuelto la vida a través de meses de tratamientos cuidadosos. Las marcas del cinto lacerando su cuerpo fueron desapareciendo. Cuando los médicos pensaron que era tiempo de dejar el hospital, nadie parecía deseoso de llevárselo. Habiendo oído sobre nuestro deseo de trabajar entre niños abandonados, una enfermera preguntó a Nelly si lo quería llevar. El pequeño Carlos fue el primero que encontró refugio en Los Pinares.

Durante los años siguientes, llegaron otros pequeños a los hogares ubicados en el bosque de pinos: la pequeña Ana María y Nilda, hermanas cuya madre había muerto de tuberculosis. Rodolfo, cuyo padre nadie conocía. Jorge, quien pasó sus tempranos años en un asilo para niños retardados, imitando enfermos. Cristina, huérfana desde pequeñita y dejada de asilo en asilo. Emilio y Alfredo, tan salvajes cuando recién llegaron que nadie los podía soportar. Estos y muchos otros hallaron refugio en Los Pinares e hicieron de él su hogar, llamando «mami» a Nelly. Pero nuestra historia va aún más allá.

 

 

TIEMPO DE CONSTRUIR

 

«Es tiempo de levantar el edificio y construir el orfanato», dijo el Señor un día mientras lo buscaba en oración. Muy sorprendido, me incliné sobre mis rodillas y comencé a reír. ¿Era ya el tiempo de iniciar una nueva construcción cuando todavía estábamos varios meses atrasados en el pago del trabajo recientemente terminado en el Instituto? Esta era la primera vez que nos ocurría esto; nuestras cuentas habían sido siempre pagadas de inmediato.

Afortunadamente, los obreros no habían venido a pedir su salario, pero de haber venido, nuestros bolsillos hubieran estado vacíos. Y ahora, al buscar al Señor para que nos proveyera para las necesidades que sumaban varios miles de pesos, aparentemente, Él ignoraba las cuentas sin pagar y daba la orden de comenzar la inmediata construcción de nuestra primera unidad para niños. Como me pareció totalmente absurdo, me reí. Ignorando mi risa, el Señor, simplemente, me habló de nuevo dándome una condición y una promesa: «Si puedes creerlo, te lo daré». Mi respuesta fue espontánea: «De acuerdo, Señor; yo creeré». A pesar de que las cuentas del todavía inconcluso Instituto estaban sin pagar, comenzamos de inmediato a trabajar sobre los proyectos para el nuevo Hogar, el cual sería construido en el terreno contiguo al Instituto. Necesitábamos, con urgencia, cuarenta mil pesos para pagar cuentas y comenzar la construcción de la nueva unidad. No mucho después llegó una carta de un querido amigo con un «aleluya» estampado en la parte superior del sobre, contándonos acerca de la provisión de Dios: exactamente la cantidad que necesitábamos para pagar las cuentas y comenzar la construcción. La provisión de Dios para la construcción es una cálida y tierna historia, un recordatorio de un jovencito y sus tiernos padres. Es una historia de tragedia y triunfo. Sentimos que debería ser narrada.

 

 

EL NUEVO HOGAR

 

«Mami, ¿qué te parece que estarán haciendo los niños en África esta mañana? ¿Te parece que los coreanos tendrán lo suficiente para comer?», inquirió Ronnie mientras gustaba la nutritiva comida preparada por su devota madre. Su interés en tierras misioneras empezó a fluir naturalmente, dado que, tanto él como sus padres, raramente faltaban a un servicio misionero en su iglesia local. Cuando el chico comenzó a hacer tales preguntas su madre, en ningún caso, supo que contestar. A menudo se maravillaba del interés que su único hijo tenía en la obra misionera. Ronnie era un especial regalo del buen Padre Celestial para estos padres canadienses, quienes habían estado solos varios años. Su padre amaba profundamente al niño, pero también amaba a los chicos del vecindario quienes a menudo se reunían en la vereda a charlar y hacer preguntas. Sí, había un lugar especial en el corazón de su papi para todos.

Rodeado de amor, Ronnie aprendió a temprana edad a amar al mismo Dios que amaban sus padres. Un hijo dócil, con un espíritu dulce, no era difícil de disciplinar ya que su deseo era agradar a Dios. Parecía haber algo especial en él, aun sus vecinos inconversos lo reconocían: la solitaria anciana a quien el siempre saludaba al pasar por su puerta, y el vendedor a quien le había devuelto el cambio entregado por error.

Un día, mientras su madre estaba sentada meditando en el parque cercano a su casa, la gloria de la presencia del Señor se acercó llenando su corazón de su belleza y amor. Sintió una nueva vida y fuerza crecer dentro suyo. Su corazón se llenó de gozo y la vida parecía tener valor.

Tres días después, el Señor, inesperada y tiernamente, se llevó a Ronnie, de doce años de edad, para estar con Él. El hermoso regalo, tan soberanamente dado fue reclamado por Dios. El pequeño Ronnie se había ahogado en una playa privada en donde tomaba lecciones de natación.

Sus padres, sorprendidos por la súbita desaparición de su hijo, llenos de pesar, perplejos y desesperados, oyeron la voz del Espíritu Santo hablándoles suavemente acerca de Juan 12:24: «Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto». Todavía sin entender por qué había sucedido eso, sin embargo, se sentían consolados. Dios ha dado y Dios ha quitado, así que ellos bendijeron y alabaron el nombre de su Señor en medio de su profunda tristeza. Con abundantes lágrimas y corazones quebrantados, meditaban sobre el «mucho fruto» que Dios había prometido, preguntándose cómo podrían cooperar con Él para traer ese fruto. Este corto poema se convirtió en su testimonio: «Aunque nuestros planes y esperanzas se vieran frustrados,

igualmente lo amaremos y confiaremos en Él.

Porque sabemos que todo lo que Él hace esta bien.

Y nuestros corazones a su voluntad dicen amén».

Durante los días siguientes, mientras buscaban al Señor en oración, Él les mostró como invertir la vida de su pequeño y su muerte en el Reino Eterno. Con el dinero ahorrado para la educación de Ronnie, entendieron que deberían construir un hogar para niños abandonados e indeseados en el extranjero. Así que tomando el dinero que era sagrado para ellos, construyeron nuestro segundo hogar infantil.

La vida de Ronnie es un testimonio diario para todos aquellos que van a visitar los hogares (de los cuales ya hay cinco sectores). La historia de su muerte y su vida, ha sido publicada a través de la televisión, radio, diarios, y se ha contado en grandes reuniones públicas de inconversos. La gente fue extrañamente movida al escuchar la historia, por ser éste un amor que nunca habían conocido antes. La historia de Ronnie los acercó a Dios. El amaba a los pequeños de otros continentes y sus padres, quienes en su dolor alababan y amaban a Aquel quien les había arrancado su único hijo, dirigían los corazones de la gente hacia el cielo. En lugar de encerrarse en amarguras, autolástima y rebelión, los padres de Ronnie dejaron fluir el amor de Dios a través de ellos hacia otros.

Nuestro segundo hogar es una memoria de un pequeño niño que murió, y de su madre y padre quienes amaban a Dios y daban a otros. La vida de Ronnie es un grano de trigo que cae y que luego trae una abundante cosecha. Aún muerto, habla y cuenta la historia que permite acercar a los inconversos al amor de Dios. La historia de Ronnie es una tragedia, pero convertida en triunfo en las manos de Dios.

 

 

DIOS ENVÍA LOS CUERVOS

 

Un día, Dios envió cuervos para que trajesen comida para los pequeños en Los Pinares. El tío Pancho, un hombre de mediana edad, quien era jefe inspector de los hombres que supervisan las mesas de juego en los casinos, fue un día para ayudar a colocar azulejos en la cocina de la casa de Ronnie. Mientras trabajaba, comenzó a hacer observaciones y a interesarse en el Hogar. Su corazón fue tocado mientras realizaba dicho trabajo. Sin hijos, después de muchos años de matrimonio, su corazón fue movido hacia esos pequeños que tenían tan poco.

Volviendo al casino, contó con entusiasmo a sus compañeros de trabajo acerca del hogar de niños que había visitado. Al día siguiente, algunos de ellos se acercaron junto con él a Los Pinares, al mismo tiempo que llegaba el lechero. «¿Esa es toda la leche que van a comprar para tantos niños?», inquirieron. Saliendo, dieron instrucciones al lechero para que incrementara la cantidad diaria de leche y que les enviara la cuenta a ellos. Posteriormente, otros compañeros del casino se unieron a ellos para ayudar. En poco tiempo habían agregado comestibles, frutas, carne, pescado, muebles, juguetes y ropa.

Un día descubrimos que a estos hombres se les denominaba «cuervos», por la indumentaria negra que usaban en su trabajo. En nuestros días, Dios ha elegido a estos cuervos y les ha mandado que traigan pan y carne a sus niños en tiempo de necesidad.

 

 

PREGUNTAS CONTESTADAS

 

Toda duda que teníamos con respecto a las habilidades de Nelly como madre y administradora, fueron disipadas con el paso de los meses. Comprendiendo la eficacia del versículo «todo lo puedo en Cristo que me fortalece», y la verdad de la palabra «mirando a Él transformado soy», Nelly demostró ser eficaz para el trabajo que el Señor requería de ella.

Hoy, ella es un enigma para muchos inconversos que se llegan a Los Pinares y le preguntan «¿por qué Ud., una dentista con posición social, seguridad financiera y reputación profesional, ha dejado todo para dedicar su vida a criar niños sin hogar?» Y miran asombrados, mientras los niños juegan felices y corren hacia «mami» Nelly, colgándose de ella.

«¿Cuál es su secreto?», le preguntan. Y Nelly les cuenta de Jesús - el único, quien a pesar de ser igual a Dios, dejó toda su gloria, como nada, porque nos amó». Ateos, infieles, inconversos, indagadores, judíos y gentiles, al mismo tiempo, todos observaban y preguntaban, sin entender, admirando la profunda motivación que hizo a Nelly abandonar todo beneficio en esta tierra para dedicar su vida a otros.

Un periodista de revistas tituló un artículo relativo a Nelly y su gran familia: «Ella buscó a Dios y encontró niños».

En cierta oportunidad, los precios de los comestibles habían subido, aumentando casi diariamente. Las familias pequeñas comenzaban a preguntarse cómo harían con sus hijos. «Ellos se preguntan cómo harán con dos o tres niños. Entonces ¿que haré yo con mi tribu?», pensó Nelly. El Señor reprobó sus dudas y fortaleció su fe con el versículo: «Dios puede proveer una mesa en el desierto»; y Nelly supo que Él podía.

Un día, el Señor le recordó que la plata y el oro son Suyos. «Eso es maravilloso», pensó, «pero ¿cómo me lo vas a dar?» En los días subsiguientes ella comprendió que sus medios para proveerlo eran muchos y variados.

En una oportunidad, necesitaba cinco mil pesos para una necesidad particular. Una señora de un pueblo cercano trajo una ofrenda para el hogar en memoria de su hermano que había muerto; la ofrenda era exactamente de esa cantidad. Otros hubieran dado esa suma de dinero a un cura para ofrecer una misa para el muerto, pero esta mujer trajo el dinero a los vivos.

Cargada con la responsabilidad de cuidar su creciente familia, Nelly clamó al Señor por ayuda. Poco tiempo después apareció un visitante - el propietario de un gran servicio de lavadero - ofreciendo el servicio de lavado de sábanas semanal y gratuitamente. Dios había escuchado su clamor y había provisto. En respuesta a sus oraciones, otros ayudantes fueron a cocinar, a hacer las camas, coser y limpiar. Tan pronto como los niños crecieron, Nelly les enseñó a hacer sus propias camas, barrer los pisos, ayudar con los pequeños, lavar, secar y servir las mesas.

Un profesor visitante de una escuela industrial, notó que los niños tenían escaso equipo deportivo, así que asignó un proyecto a sus estudiantes para hacer algunos de ellos. Como resultado de esto, la escuela y sus estudiantes donaron un equipo completo para campo de deportes.

Dios estaba mostrando a la madre de Los Pinares, que Él podía obtener la plata y el oro para ella y sus pequeños de distintas maneras. Los recursos de la tierra eran Suyos y Él se los daría a medida que los necesitara.

 

 

EL HOMBRE DE LOS PATOS

 

Cuando era tiempo de entregar los patos, su amigo comenzó a discutir acerca del precio. Su actitud hizo que el dueño se enojara de tal manera que rehusó vender sus patos a ningún precio. Luego, mientras el hombre se preguntaba que haría con tantos patos, otro amigo le sugirió que los donara a Los Pinares. Fue así que visitó el hogar por primera vez, comprendiendo súbitamente por qué había acontecido todo eso: los patos deberían ser donados al Hogar.

Así que, mientras él hacía repetidos viajes, llevando bolsas llenas de patos, acompañado por Nelly, ella aprovechó para decirle el verdadero propósito del trabajo entre los niños. «Ud. sabe», explicó, «nosotros consideramos su ayuda como una asistencia de Dios y no sólo un impulso de su parte».

«El hombre de los patos» continuó visitando Los Pinares en los meses siguientes, convirtiéndose en amigo y ayudador. Él es uno de los muchos visitantes que llegaron para observar y ayudar y, luego, permanecer muchos años como amigos consagrados. Tiempo después, él se encontró con Dios.

 

 

TODAS TUS NECESIDADES

 

Los Pinares necesitaba un teléfono, pero era difícil de obtener. Habían sido colocados pocos teléfonos por falta de equipos, y nosotros, después de varios años, todavía estábamos en la lista de espera.

Un día Nelly estaba llamando desde un negocio vecino y el propietario comentó: «¿Así que Uds., en Los Pinares, no tienen teléfono? Bueno, el gobernador de la provincia es muy amigo mío, creo que lo puedo convencer para que les instalen uno». Casi sin poder creerlo, Nelly - y todos nosotros - quitamos la idea de nuestras cabezas. ¿No hacía tiempo ya que esperábamos esto?

Algunos meses después, la compañía de teléfonos vino a hacer un presupuesto de los costos de instalación. Fiel a la promesa de nuestro vecino, el gobernador provincial nos había garantizado el permiso para instalar un teléfono. Pero cuando supimos que el costo de instalación serían varios miles de dólares, de nuevo la idea de un teléfono fue considerada como un imposible. ¿De dónde sacaríamos tal cantidad para instalarlo? De una forma muy singular Dios nos proveyó para la instalación del mismo. Ingenieros se ofrecieron para dibujar los planos, sin cargo alguno. Comerciantes donaron los materiales. Los trabajadores de la empresa telefónica ofrecieron trabajar sin cargo, los fines de semana y vacaciones. Inclusive, empleados de la compañía telefónica cubrieron el costo total de la instalación. Comentando sobre el milagro de la instalación telefónica en Los Pinares, un diario dijo: «Unidad y amor pueden hacer todo».

 

 

OTRAS NECESIDADES

 

A medida que aparecían distintas necesidades en los hogares, Dios proveía, tanto para los pequeños como para las ayudas. Él demostró ser suficiente para «proveer una mesa aún en el desierto».

Un día, el Señor llevó a Nelly a la Escritura: «Tú comerás de las riquezas de los gentiles». Revisando sus cuentas, cierto día, se sorprendió al ver que gran parte de las necesidades del Hogar eran suplidas por los inconversos. Dios estaba «saqueando a los gentiles» para cuidar de los suyos. Y recordó a Cornelio «cuyas oraciones y limosnas ascendían al Señor como una petición», aun antes que él conociera el camino verdadero.

Y el Dios de los niños también ministró a muchos hogares. Un arquitecto americano jubilado y su esposa, consagrados trabajadores entre los pequeños, visitaron Los Pinares. Como Dios no les había dado ningún hijo, amaban a los niños ajenos de manera especial. Observando el apiñamiento en que vivían los pequeños, sugirieron edificar unidades más adecuadas. Regresando a su tierra, más tarde enviaron una donación cuantiosa como para construir un edificio más grande para los niños.

 

 

EVANGELISMO

 

Al tener referencias acerca del Hogar por alguna revista, diario o a través de la palabra de algún amigo, muchos argentinos han visitado y observado ese refugio para pequeños abandonados y huérfanos. Muchos de ellos han ayudando en forma material. Algunos han ido como simples observadores y otros a hablar con Nelly.

Debido al espíritu amable de los niños, tan felices, afectuosos y disciplinados, muchos se han preguntado cómo puede ser esto. Muchos -entre ellos doctores y abogados y comerciantes adinerados- han ido a platicar con Nelly y a tan sólo observar a los niños. Su campo de evangelismo incluye toda clase de gente.

Si alguna vez hubo duda alguna en la mente de ésta en cuanto a la efectividad de un hogar de niños - establecido y mantenido en los principios de Dios - como una herramienta de evangelismo, hace tiempo que fue descartada. Su llamado al ministerio, a evangelizar, a propagar el evangelio de Jesucristo, está siendo exitosamente realizado en una forma tan hermosa que nunca se lo hubiera imaginado. Sólo el Señor pudo haberlo originado.

Los marplatenses vuelven vez tras vez a Los Pinares para charlar y observar a los niños, admirando la obra hecha en los pequeños cuyas vidas y caracteres están siendo completamente transformados. Rodeados por el Espíritu de Jesús y un tierno y solícito cuidado, muchos que llegaron con serios problemas de personalidad y carácter se han normalizado, son felices y bien educados. Jovencitos considerados por otros como «sin esperanza», han respondido al trabajo del Señor en sus corazones, hallando salvación de sus pecados.

Mientras los observadores ven a los pequeños jugando y los escuchan cantar tan felizmente, sus almas son abiertas como flores al sol. Pueden ver a Dios siendo manifestado a través de éstos. Y se preguntan: «¿Dios que ha hecho esto por Nelly y los niños, podrá hacer algo por mí también? Después de todo, ¿no es ésta la verdadera religión?»

Muchos, abriendo sus corazones, le cuentan a Nelly sus problemas hogareños, su vida de casados y sus profundos temores. A pesar de que probablemente nunca han pisado una iglesia evangélica o escuchado un mensaje, ellos van a los suburbios de Mar del Plata a mirar a estos niños como juegan y trabajan.

Cuando Nelly obedeció el mandato de Dios para dejar todo y seguirlo para cuidar a estos pequeños, aparentemente perdió todo. En la actualidad, ha ganado las cosas que son duraderas. Su éxito con los pequeños ha abierto para ella la puerta del ministerio para centenares en Mar del Plata. Los habitantes inconversos de esa ciudad comentan: «¡Oh, nosotros podemos entender su religión y el Dios del que nos habla! ¡Qué diferentes son Uds. de aquellos que se paran en las esquinas y hablan acerca de Dios! Podemos ver lo que es Él a través del trabajo que están haciendo. Ésta es la clase de religión en la que podemos creer».

«Porque la religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es ésta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones...» (Santiago 1:27).

 

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