LA SEGUNDA
OPORTUNIDAD
Por John C. Miller
En una ocasión Dios envió al profeta Jeremías a la casa de un alfarero. Le dijo:
"Levántate y vete a la casa del alfarero y allí yo te hablaré. El profeta dijo: yo descendí, fui a la casa del alfarero y he aquí que el que trabajaba, trabajaba sobre una rueda, y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en la mano, y volvió y le hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla. Entonces el Señor habló y dijo: no podré yo hacer de vosotros como este alfarero, y como el barro en la mano del alfarero así sois vosotros en mi mano."
Dios es un Dios de la SEGUNDA OPORTUNIDAD. Está escrito: Job
14:7 "porque si el árbol fuese cortado, aún queda de él
esperanza; retoñará aún, y sus renuevos no faltarán. Si se
envejeciere en la tierra su raíz, y su tronco fuere muerto en el
polvo, al percibir el agua reverdecerá, y hará copa como planta
nueva". Esta es una promesa de Dios.
Jesús, el Hijo de Dios, tomó vidas y las hizo de nuevo porque
Él es Dios de la segunda oportunidad.
Un hombre llamado Simón, pescador de oficio y propietario de un
pequeño negocio, cuya vida estaba hecha, "sin pena y sin
gloria", conocería al Dios de la segunda oportunidad.
Simón estaba conforme con unos cuantos pescados por día, unos
cuantos cestos por mes; vivir y dejar vivir parecía ser su
filosofía de vida. Sin embargo a este rudo hombre Dios le dio
una nueva oportunidad. Jesús apareció en el área de trabajo de
Simón, subió a su barca, le ordenó bogar mar adentro y echar
las redes para pescar. Cuando tiró la red ésta se llenó de
peces, de tal manera que se rompía. Al ver esto Simón cayó de
rodillas ante Jesús diciendo: "apártate de mí
porque yo soy un hombre pecador". Repentinamente,
en medio de su vida sin sabor, un milagro aconteció. Jesús le
dijo: "Simón no tengas miedo porque desde ahora tú
serás un pescador de hombres". La vida mediocre
que había vivido Simón quedaría en el pasado. A partir de ese
momento Jesús hizo de él un hombre de renombre y sería
conocido como el líder de la Iglesia Cristiana en Jerusalén.
Simón, el apóstol Pedro.
Permítame presentarle a un recaudador de impuestos. Mejor dejo a
su imaginación lo que le reportaba este tipo de trabajo. Un día
Jesús pasó por su lado, lo vio enredado en su negocio,
seguramente exigiendo y maldiciendo. Se acercó, lo miró a los
ojos y le dijo una sola palabra: "Sígueme".
Había algo en esa palabra dicha por el Maestro. Se levantó,
dejó la mesa, el dinero, el pasado y siguió a Jesús. Leví,
conocido como Mateo, el discípulo, el apóstol, el autor del
Evangelio según Mateo. ¡Qué oportunidad trascendental!
Escribiría acerca de Jesús, caminaría con Jesús; las
generaciones escucharían de él.
Recuerde... cuando un vaso se arruina, Él lo hace de nuevo.
La galería a recorrer de hombres y mujeres que experimentaron la
benevolencia de un Dios de la segunda oportunidad son muchos. Por
ello seguiremos caminando por los corredores de la historia,
quizás en alguno de los rememorados se halle identificado, o
quizás vea plasmado ese hijo que está lejos, o el hombre que
hizo añicos su vida o, porque no, la mujer que transitó los
caminos fáciles que ofrece la vida, o el que se consideró un
fiel religioso.
Escuche lo que dice uno de esos afortunados: "Yo
perseguía a los cristianos hasta la muerte, los perseguía, los
entregaba en la cárcel fuesen hombres o fuesen mujeres".
(Hechos 26:11) Tan fiel y celoso de la religión se
consideraba que castigaba a los santos en las sinagogas, los
encerraba en las cárceles y cuando los mataban, él daba su voto
de acuerdo. Los forzó a blasfemar, y enfurecido sobre manera
contra ellos los perseguía hasta en las ciudades extranjeras.
Este hombre no se merecía una segunda oportunidad. No un hombre
así. No un hombre que persiguió a Cristo, que persiguió a los
cristianos.
Un día apareció Jesús a este hombre y le ofreció una segunda
oportunidad. "Saulo, Saulo ¿por qué me
persigues?", fueron las palabras de Jesús a él.
Una luz brillante lo iluminó y una voz como trueno resonó: "Yo
soy Jesús, a quien tú has perseguido". ¿Jesús
le ofreció una segunda oportunidad a Saulo?, Sí... Pablo, el
futuro apóstol. Aquel que escribió gran parte del Nuevo
Testamento. El apóstol que nos habló de la gracia, del amor,
del perdón, de la misericordia de Cristo; y nos habló también
de la segunda oportunidad que en Cristo podemos tener.
¿Otro afortunado? Éste era un ladrón. Atrapado, juzgado y
sentenciado a muerte. Le tocó nada menos que estar junto a
Cristo crucificado. El ladrón reconoció merecer morir. Le
pidió a Jesús una segunda oportunidad minutos antes de morir..:
"Jesús acuérdate de mí cuando vengas en tu reino". Y
Jesús le dio una segunda oportunidad. "Hoy tú estarás
conmigo en el paraíso".
A todos Jesús ofrecía una segunda oportunidad; y no sólo a los
vivos.
Había una niña cuyo padre vino corriendo pidiendo una
oportunidad para su hija enferma. Alguien interrumpió diciendo
que ya había muerto. ¡No había más oportunidad! Jesús dijo:
"vamos a tu casa, sólo está durmiendo".
Él tomó la mano de la niña y dijo: "talita
cumi", que significa muchacha levántate.
Otro muchacho estaba en un cajón, lo estaban llevando a
enterrar, su madre dolorida lloraba, posiblemente era su único
hijo. Jesús pasaba por ahí, miró a esa madre, a ese cajón, y
dijo: "levántate".
En otra ocasión fue una mujer. Una mujer adúltera, que se
salvó de que la maten. En Juan 8:4, unos hombres religiosos
sorprendieron a una mujer en el acto mismo de adulterio, enojados
la tomaron de la mano, la arrastraron por las calles, querían
apedrearla, y se la llevaron a Jesús. La mujer temblaba pidiendo
piedad. Jesús le dio una segunda oportunidad. Miró a todos los
que la acusaban con esa mirada que descubre hasta el secreto más
profundo del corazón, y uno a uno bajaron la mirada, mientras
Jesús comenzó a escribir en el piso. Uno tras otro dejaron
aquel lugar convencidos de sus propios pecados. Cuando quedó
solo Jesús con la mujer le preguntó dónde estaban sus
acusadores. No viendo a ninguno le dijo: "Yo tampoco
te condeno, vete y no peques más".
¡Qué hermosa es una segunda oportunidad.! Cuando la vida parece
destruida, cuando no hay ya esperanza, cuando nada parece
arreglarse, cuando se desea la muerte pues no hay solución, una
segunda oportunidad espera.
Por último, lea acerca de la historia de un hombre que arruinó
su vida, Jesús nos la contó en una parábola, diciendo que
había un hombre que tenía dos hijos, el menor vino un día a su
padre y le dijo: padre dame lo que a mí me corresponde en la
herencia, yo me voy de aquí.
Dice que el padre le repartió los bienes, le dio el dinero que
le correspondía. No muchos días después juntándolo todo, el
hijo menor, se fue a una provincia apartada, y allí desperdició
todos sus bienes viviendo perdidamente. No había cosa que el no
había hecho.
Cuando todo lo había malgastado, no le quedaba ni un centavo,
sus amigos lo habían abandonado, su vida estaba destruida. El
alcohol, las mujeres y las fiestas lo habían arruinado; allí
estaba solo abandonado, condenado, maldecido, y encima su vida de
pecados le pesaba como una piedra colgada al cuello. El se
arrimó a un hombre que tenía una pequeña hacienda de cerdos y
le pidió por favor que lo dejase trabajar. Tal llegó a ser su
miseria que deseó saciar su apetito con las algarrobas que
comían los cerdos.
Entonces mirando su vida arruinada, dijo: "Cuántos
obreros en la casa de mi padre tienen mucho pan y yo aquí estoy
muriéndome de hambre". Se le ocurrió una idea,
quizás podría haber una segunda oportunidad para su vida;
quizás el pasado podría ser revertido. Ese joven volvió en sí
y dijo: "me voy a levantar, voy a ir a mi padre y le
voy a decir; Padre he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no
soy digno de ser llamado tu hijo hazme como uno de tus obreros
que trabajan en tu casa". Se levantó y comenzó el
largo regreso a la casa del padre; él no sabía como lo iba a
recibir. Pensaba: "¿tendré otra
oportunidad, me rechazará, me dará lo que merezco por mi culpa;
me echará...?"
Cuando se fue acercando el padre lo vio de lejos y fue corriendo
hacia él, así como estaba sucio en sus harapos, el padre lo
tomó del cuello, lo abrazó y lo besó. El hijo dijo:
"Padre, Padre he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no
soy digno de ser llamado tu hijo". El padre llamó
a sus siervos y les ordenó sacar el mejor vestido, ponerle un
anillo y calzarle los pies; tomar el becerro gordo, matarlo,
comerlo y hacer fiesta.
Regocijo llenó la casa. "Este mi hijo, estaba
muerto y ha revivido, se había perdido y es hallado", fueron
las palabras del padre.
Jesús, el Dios de la segunda oportunidad tiene un lugar en Su
casa para usted El desea cambiar sus harapos por vestiduras
nuevas, cobijarlo en el abrazo de la reconciliación, y que se
regocije en esa tremenda oportunidad concedida por los Cielos.
El Dios de la segunda oportunidad quiere que de ahora en más su
vida sea nueva, diferente.
La segunda oportunidad no conoce de edad, nivel social o raza,
conoce de misericordia.
Muchas personas caminan hoy por las calles con sus vidas hechas
trizas, anhelando una nueva oportunidad. Quizá usted es una de
esas personas.
Sepa... hay lugar en la casa del Padre.