LA CRUZ
¿SIGUE OBRANDO?

Por R. Edward Miller

 

"...los designios de la carne son enemistad contra Dios..." (Romanos 8:8).

Cuando Dios nos llama a Sí mismo y pone aquella nueva naturaleza en nosotros, es consciente que la vieja naturaleza todavía está allí. La naturaleza vieja, con su mente carnal, está en enemistad con Dios a tal punto, que odia a Dios. No se subordinará a El, ni puede complacerlo (Romanos 8:7-8). Pero Dios tiene una respuesta para esto: "LA CRUZ".
Es la obra de la cruz que destruirá aquella vieja naturaleza. Esta obra es Suya, no nuestra. No podemos hacerla ni producirla nosotros. Tampoco Dios nos pide que lo hagamos, pero sí dice: "YO LO HARE". Cristo no se crucificó a sí mismo, tampoco tú te podrás crucificar; Dios lo hará.
Cristo dijo: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame" (Mateo 16:24). Esto es un mandato para todos los creyentes, no para los incrédulos. Cuando Cristo fue crucificado, Dios tomó todo lo del hombre y lo identificó con aquel maravilloso segundo Adán. Pablo dice: "Con Cristo estoy juntamente crucificado" (Gálatas 2:20). Estamos muertos al pecado, pero aún hay una obra que tiene que ser hecha. Esto no significa que tenemos que nacer de nuevo una y otra vez, pero Dios nos dice toma tu cruz (no la cruz de algún otro) y sígueme.
Romanos 7 dice que el pecado reina en nuestros cuerpos. El viejo
hombre debe ser crucificado para que el cuerpo de pecado sea destruido, para que en lo sucesivo no sirvamos al pecado (Romanos 6:7-12). Cuanto más El destruya ese cuerpo de pecado, tanto más nos encontraremos libres del poder de su dominio.
A veces Dios nos permitirá saber por qué nos suceden ciertas cosas y lo que El está haciendo, pero muchas otras no será así. A menudo parecerá injusto, y nos preguntaremos: ¿Que he hecho? Te diré lo que hemos hecho, hemos orado: "Señor, cámbiame". El gozoso escuchó esa oración y la contestó. Entonces comienzan a ocurrir cosas y nosotros clamamos: "¿Por qué? ¿Dónde he fallado?" Es Dios que está obrando, quebrando las cosas que nos han atado.
Dios quiere que crezcamos. No quiere que seamos cristianos mediocres, temerosos de tomar Su cruz y seguirlo. Hay cristianos que se enojan, se resienten, se amargan y corren de las circunstancias de la vida. Son capaces de dejar sus empleos, sus esposas, sus hogares, o cualquier cosa que los moleste.
Salmo 34:19 dice: "Muchas son las aflicciones del justo". Muchas son las cosas que vendrán a tu vida, te afligirán y atacarán. Muchas son las cosas que el Señor permitirá al enemigo hacer en tu vida, pero es tan sólo para cumplir un propósito específico: destruir la vieja naturaleza. Debemos entender que la enemistad con Dios no acepta reconciliación; debe ser destruida.
Dios va a tener una iglesia sin manchas ni arrugas. El obrará, de tal manera que nos presentará sin defecto. Obrará a través de aflicciones, problemas, pruebas y tentaciones para tirar abajo ese alto orgullo y nuestro gran ego. Lo hará a través de las cosas que permitirá en nuestras vidas, hasta que lleguemos a aquel lugar donde como Pablo digamos: "Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí" (Gálatas 2:20)
Tomar la cruz significa aceptarla, no correr de ella, no resistirla, no odiarla, no amargarse contra ella. Es confiar que Dios está haciendo Su correcta obra. Confiar que Dios va a cumplir sus propósitos. El no va a parar cuando digamos ¡ay! Proseguirá con Su meta: el cumplimiento de Sus promesas en nosotros.
Muchas son las aflicciones del justo, pero no tenemos que olvidar la segunda parte del texto: "...pero de todas ellas le librará Jehová". Tan pronto como la obra sea hecha, así de pronto los medios que Dios use se acabarán - sin importarle cuánto tiempo tome. La cruz era un medio de ejecución muy lento. Si no se le quebraban las piernas al ejecutado, podía estar agonizando de tres a siete días. Es por esto que se sorprendieron al encontrar a Cristo muerto tan pronto. Ellos no lo mataron, El entregó Su vida.
Dios está resuelto a llevarnos a la victoria, a hacernos más que vencedores en Jesucristo. Sea lo que fuere nuestra cruz, sea lo que fuere lo que trabaje en las mismas raíces de nuestra naturaleza, eso es Dios obrando.
¿Qué le dijeron a Cristo en la Cruz? "Sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz". Eso es lo que también nosotros escucharemos. ¿Por qué debes sufrir? Si eres salvo y lleno con el Espíritu Santo, ¿por qué debes pasar por eso? Esta es una doctrina que en la actualidad escuchamos en muchas iglesias: que un verdadero cristiano que camina en fe, no debe sufrir. El enemigo odia la cruz porque sabe bien el poder de su obra.
"Justificados, pues, por fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo" (Romano 5:1). En la medida que la vieja naturaleza se vaya debilitando, la casa de David se irá fortaleciendo. Somos justificados por fe. Tenemos acceso por fe a Su gracia donde nos afirmamos, y regocijamos. No sólo eso, ¡pero nos gloriamos en las tribulaciones! No sólo nos gloriamos en lo que Dios ha hecho, sino también en lo que está haciendo.
No debemos pensar que Dios sólo obra en la iglesia. El obra más de lo que imaginamos en casa, en el trabajo, en la calle. No sólo obra cuando hemos tenido nuestro tiempo de oración, o cuando nos encontramos en Su presencia.
Frecuentemente pensamos que no pertenecemos a aquella iglesia sin mancha y sin arruga. El enemigo se empeña en tratar de desanimarnos, desalentarnos, atemorizarnos, hacernos mirar a nosotros mismos, y por supuesto, ¡somos un producto inconcluso! ¡Dios no ha finalizado aún! Todavía resta la resurrección. Hay más victorias a medida que El nos libra de las ataduras de pecado e iniquidad.
Cuanto más avanzamos en Cristo, encontraremos que Dios está cumpliendo Su propósito, y lo que nos solía destruir, ya no nos toca. ¿Y cómo lo hizo? Trayendo cosas que nos provocaban enojo y furia.
En algún punto aprenderemos a clamar: "¡Dios, líbrame de esto! ¡Ya no lo soporto, estoy cansado! Y otras veces, una experiencia nos llevará al lugar donde simplemente diremos: "¡Ya es suficiente!"
Si hemos de ser cristianos victoriosos, debemos aceptar la cruz. En vez de enojarnos con otros hermanos porque a veces son quienes nos ponen un clavo, besaremos la mano que nos lastima. Diremos: "¡Quiero morir!"
Dios está haciendo una obra tal que seremos presentado inreprensibles aquel día. Por ello nos podemos regocijar, y cantar, y bendecir a Dios, por la obra de la cruz en nuestros corazones.


REGRESAR AL MENU PRINCIPAL