LA ESTATUA QUE HABLA

John C. Miller

 

Cuando camino por las grandes metrópolis, pequeñas ciudades o pueblos, no puedo dejar de contemplar las estatuas que hay en ellas. Son símbolos de una era, de una epopeya o de célebres personajes.

 

Hoy, nos detendremos frente a una de ellas. Esta estatua tiene una extraña peculiaridad: habla. ¿Suena extraño? Sí, ésta tiene un mensaje para darnos. Situémonos en Babilonia, la capital del Imperio Persa. El rey Nabucodonosor, había conquistado a todos los pueblos del mundo conocidos de la época. Israel no pudo resistirse; Judá tampoco. La apreciada Jerusalén fue saqueada del oro del templo, del arca, de su gente y de jóvenes distinguidos. Daniel y sus amigos, formaban parte de esa larga lista de expatriados.

 

Ya en otras tierras, estos jóvenes notables por su excelencia, llamaron la atención de la misma corte y de su rey, llegando a ocupar lugares destacados en ese reino. Todo marchó favorablemente para ellos hasta que el rey tuvo un peculiar sueño. Un sueño que concluyó con la edificación de la estatua que hoy nos habla.

 

Poder y Reclamo

 

En el capítulo 3, versículo 1 del libro de Daniel, leemos que "El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro cuya altura era de 60 codos, y su anchura de 6..." Una imponente estatua, por cierto, si consideramos que un codo mide 45 cm. La estatua representaba el poder de Babilonia; el sistema de gobierno mundial y, también hoy, el capitalismo.

 

Toda presentación de un monumento o estatua requiere de invitados. Nos relata la Palabra que el rey convocó a los sátrapas, los magistrados y capitanes, oidores, tesoreros, consejeros, jueces y a todos los gobernadores de las provincias, para que viniesen a la consagración de la estatua que él había hecho hacer. Los convocados se presentaron. Y el pregonero, al sonar de los instrumentos musicales, ordenó que se postraran ante ella. La celebración recién comenzaba…

 

De niño escuché una expresión muy usada: "cuco." Acaso le suene familiar el término - cada país tiene un sinónimo para este "cuco." Hay que adaptar su uso según fuere el caso. Había quienes nos asustaban con "el cuco". Pero, ¿qué o quién era el cuco? Nadie lo sabía pero le temíamos.

 

¿Qué pasaría con todos estos invitados si no se inclinaban ante la estatua? Nadie tenía la intención de averiguarlo; todos le temían, por lo tanto, acataban la orden y se postraban ante ella. ¿Qué significaba realmente postrarse ante la estatua? Nada menos que adorarla, rendir el corazón a ella, temerle, y sentir temor por las consecuencias.

Al comienzo de este escrito dije que la estatua representaba un sistema y, actualmente, también es símbolo del capitalismo". En nuestros días, esta estatua imponente también reclama nuestra adoración y postración; nos exige vivir pendientes del sistema mundial actual, con sus demandas, temores, desesperanzas: "Si no trabaja, si no posterga valores humanos como la familia y sus prioridades, si no trata de obtener más y más adquisiciones materiales..." Si no se adaptan al sistema, o sea a la estatua, les esperará nada menos que un horno devorador y sediento, con sus puertas abiertas de par en par. Es la perspectiva de un horno que llena de temor a los corazones. Llenó de escalofríos a nuestro país – la Argentina - cuando meses atrás la gente no pudo sacar sus ahorros de los cajeros automáticos y de los bancos. ¿Qué haremos? ¡No tenemos dinero! Así gritó el pueblo en su desesperanza.

 

Alguno de ustedes quizá piense: "Pero, si yo no sirvo a esta estatua y me rindo ante ella y todas sus demandas - ¿Qué va a pasarme? ¡Qué puedo hacer!"

 

Ahora y por un momento desvíen sus miradas y pensamientos del horno; pónganlos en otro lugar. Fijen sus ojos en la lectura de uno de las tantos y ricos mensajes que Jesús nos dejó: "Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?" (Mateo 6: 25)

 

Espero que puedan leerlo tantas veces como sea necesario, hasta que alcance sus corazones. Luego, los invito a hacer algo más: a mirar las aves del cielo, después de todo, eso fue lo que Jesús nos sugirió.

 

¿Notaron ustedes, al observar una estatua, cómo las palomas o los pájaros se posan sobre ella atrevidamente, sin inmutarse? ¡Cuántas estatuas vieron corridos los maquillajes de sus rostros porque las aves despreocupadas dejaron sus marcas en ellas!

 

Ahora volvamos a nuestra historia inicial: volvamos al contraste que ofrecía el cuadro de aquellos hombres sometidos y postrados ante la imagen y las aves inmutables y despreocupadas posadas, caminado o revoloteando sobre ella, sin temor alguno a las consecuencias de un horno ardiendo.

 

¿Sí, pero qué vamos a comer? Es aún una pregunta inquietante. ¿Y que de la falta de trabajo?

Yo contesto: maná. Porque Dios tiene reservado para tiempos como estos una revelación de su poder y recursos todavía desconocidos para los hijos de Dios.

 

En Mateo 17, leemos que en cierta ocasión vencía el impuesto y si no pagaban les esperaba la consecuencia no deseada; llamémosla horno. Entonces, el Señor le dijo a Pedro:

-Vé a pescar.

¿A pescar? ¡Qué originalidad la de Jesús! Jamás deja de asombrarnos. -

-Pedro, toma el primer pez, abre su boca y saca de él una moneda, con la que pagarás el impuesto.

 

¡Qué lección tan admirable! Jesús no pertenecía al sistema de su época, sino a un reino que comenzaba detrás de las puertas del horno. Y detrás de las puertas del horno se necesita un milagro.

 

El rey se enojó cuando los jóvenes hebreos no quisieron inclinarse ante la estatua. Y los echó al horno recalentado siete veces. Pero fue allí, en el horno, que comenzaron a suceder milagros.

 

Eso es lo que veremos…milagros. ¡Habremos de conocer al Dios de los milagros! Nadie necesita milagros sino cuando el horno espera.

 

Una Piedra Singular

 

En el libro de Daniel capítulo 2, versículo 31, dice: "Tú, oh rey, veías y he aquí una gran imagen. Esta imagen, que era muy grande, y cuya gloria era muy sublime, estaba en pie delante de ti, y su aspecto era terrible. La cabeza de esta imagen era oro fino; su pecho y sus brazos de plata; su vientre y sus muslos de bronce; sus piernas de hierro; sus pies, en parte de hierro y en parte de barro cocido. Estabas mirando, hasta que una piedra fue cortada, no con mano, e hirió a la imagen en sus pies de hierro y de barro cocido, y los desmenuzó. Entonces fueron desmenuzados también el hierro, el barro cocido, el bronce, la plata y el oro, y fueron como tamo de las eras del verano, y se los llevó el viento sin que de ellos quedara rastro alguno. Mas la piedra que hirió a la imagen fue hecha un gran monte que llenó toda la tierra".

 

Los distintos materiales con los que estaba hecha esta estatua, simbolizan los distintos reinos y diferentes sistemas. El último de los sistemas o reinos es el del hierro y de la arcilla; mucho más frágil por cierto que su cabeza. Pero la Palabra dice que algo sucedió - una piedra rompió los dedos de los pies de esa estatua y cayó -.

 

"Y en los días de estos reyes el DIOS DEL CIELO LEVANTARA UN REINO QUE NO-SERA DESTRUIDO JAMAS, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre".

 

¿Quién puede estar en desacuerdo con que ya estamos en los tiempos de los dedos del pie? Los gobiernos de Europa y América no dudan ya que el presente sistema está comenzando a desplomarse; esta estatua no va a quedar erguida como la hemos conocido. Habrá grandes cambios. Habrá grandes cambios políticos, financieros y sociales. Esta era finaliza. Así como cayeron en nuestro país - la Argentina - las fortalezas de la economía, habrá deflación en todo el mundo. El sistema presenta grandes grietas; los líderes del mundo están preocupados.

 

Daniel le dijo al rey - refiriéndose a su sueño - que una piedra derribaría esa imagen. Esa piedra es aquella que fue rechazada por los hombres: es Cristo, la roca. La piedra que fue puesta como el ángulo principal del edificio, su Iglesia. Esta piedra rompería los pies de la imagen y toda la estatua caería, y esta piedra crecería hasta cubrir toda la tierra. ¡Ciertamente, será un final digno del Gran Conquistador!

Entre ese final ya decretado y el tiempo presente, se desmoronarán reinos y sistemas. Lo que hoy vive nuestro país, es de alguna manera un entrenamiento frente a lo que nos espera aún. Las cosas se pondrán más difíciles en todo el mundo. No se ofendan ni teman si son arrojados en el horno. El Señor estará esperándolos en el horno. Allí, conocerán su poderosa manifestación y revelación como nunca antes.

 

Un glorioso final nos espera: "Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos" (Apocalipsis 11:15)

 

***Este mensaje fue dado el 4 de Noviembre del año 2001.

 

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